Argelia Fragoso, la exquisita chanteuse cubana, ha actuado para los espectadores habaneros por primera vez en ocho años. Fragoso dio dos conciertos en el Museo Nacional de Bellas Artes el pasado mes de abril, y ahora, ha dicho a Juventud Rebelde, planea presentaciones en varias ciudades cubanas, y otro gran concierto en la capital, a finales de año. Su regreso a los escenarios cubanos ha tomado por sorpresa a algunos espectadores, que ya no esperaban verla de nuevo en la isla. Fragoso vive desde hace dieciséis años en España, y solo muy ocasionalmente, en todo ese tiempo, ha vuelto a Cuba a cantar. Ojalá su próximo concierto habanero tenga lugar en un escenario más apropiado para la ocasión que la salita de Bellas Artes, dignísima, y muy activa, pero demasiado pequeña y discreta.
Cualesquiera que sean los teatros donde Fragoso se presente, irá a escucharla un público romántico y nostálgico, que recuerda todavía el verano de 1978, cuando una muchachita desconocida, con una voz atronadoramente dulce, cantó el himno del XI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, una cancioncilla de letra un tanto enrevesada pero extrañamente conmovedora que, escuchada hoy, tiene la capacidad de arrastrarnos, a la fuerza, treinta años atrás, a una época en que, si nos hubieran dicho que en el 2011 estaríamos así, como estamos, no lo habríamos creído, nos habría parecido un demoníaco infundio. Después de aquel áureo debut, Fragoso, temerariamente, desechó las dos más obvias carreras artísticas que se abrían ante ella en Cuba, la de cantante popular de cursis baladas televisivas, y la de musa nuevatrovadoresca. Este último rol sería ocupado, desde mediados de los ochenta, por otra divina cantante, Xiomara Laugart, cuya voz, tan grande como Cuba misma, desde que se dejó oír por primera vez no dejó espacio para ninguna otra en la cúspide de la predilección de los aficionados más conocedores y exigentes. La televisión estaba por entonces dominada por las fantásticas Mirtha Medina y Annia Linares, dos imponentes figuras que apenas toleraban la compañía, en abominables programas de variedades como “Juntos a las Nueve” o “Mañana es Domingo”, de otras tenaces tarareadoras, Beatriz Márquez, Maggie Carlés, Farah María, Leonor Zamora, Marucha, María Antonieta, la inaudible Rebeca Martínez. La Fragoso escogió el camino, peligrosísimo, de la música llamada, engañosamente, tradicional, del feeling y la trova vieja, en una época que todavía esos géneros eran considerados aburridas antiguallas, y no, como hoy, atracciones mundiales. A pesar de su talento, e irreprochable dedicación a su arte, Fragoso nunca llegó a ocupar una posición de proporcional prominencia, y hasta que se fue de Cuba, fue solo una figura estimada, pero no, en sentido estricto, popular. Vuelve ahora, después de más de una década actuando y dando clases en España, a encontrarse con espectadores que, o bien la recuerdan como era veinte años atrás, o bien no la conocen en absoluto. Esos espectadores han perdido casi dos décadas en la historia de esa voz, y decenas de canciones, que escucharán ahora, si acaso, apresuradamente, como repaso y sumario de una ausencia. Ojalá que no haya perdido, la voz de Fragoso, su rosácea pureza, que no se haya raspado, que no se haya oscurecido o manchado en el exilio. No está claro, en la entrevista de Juventud Rebelde, si Fragoso planea volver a vivir en la isla, o si, al menos, aparecerá más frecuentemente en sus escenarios después de concluidos los conciertos que dará este año. Su regreso, aunque sea momentáneo, debe ser aprovechado avariciosamente por los espectadores cubanos, sobre todo por los que no la han oído antes.
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Argelia Fragoso |
Ojalá otros artistas cubanos pudieran volver a la isla y actuar en los teatros habaneros, en los de Santiago, Cienfuegos, Matanzas y Camagüey, y hasta en esos remotos, polvorientos teatros de los pueblos del interior, que han pasado décadas cerrados por reparación o por aburrimiento. Un concierto de Xiomara Laugart, en el Teatro Nacional o en la Plaza de la Revolución, parece improbable por ahora, pero cuando ocurra, será apoteósico, hasta los muertos de los cementerios, todos los que se murieron estos años sin volver a oírla, saldrán a reclamar un puesto junto al escenario. Por ahora, es Argelia Fragoso la que ha tenido la buena fortuna, o la disposición, de volver a actuar en Cuba. Ella parece estar en la afortunada posición de otros artistas cubanos, a los que se les ha permitido vivir y trabajar en el extranjero, y regresar a la isla, incluso actuar ocasionalmente en sus escenarios, sin aparentes limitaciones, una modalidad gentil de exilio a la que algunos llaman, mordazmente, “de terciopelo”. Ese privilegio no ha sido extendido a otras figuras que, habiéndose quedado en el extranjero después de que su permiso para viajar fuera de Cuba expirara, o bien siendo más críticos del gobierno cubano, en sus declaraciones públicas, de lo que las autoridades de la isla podrían tolerar, han sido completamente excluidos tanto de las carteleras cubanas como de la historia oficial de la cultura nacional. Inevitablemente, algún día todos esos artistas cubanos exiliados, desde Arturo Sandoval hasta Annia Linares, si no tienen la mala fortuna de morirse antes, harán el viaje de regreso a La Habana, y actuarán para los espectadores de la isla. Habrá exposiciones retrospectivas, cenitales, de los magníficos pintores cuyas obras de las últimas décadas no han sido vistas en Cuba, y se publicarán las novelas de ariscos escritores contemporáneos a los que la mayoría de los lectores en la isla conocen solo de oídas, o no han siquiera oído mentar. Cuándo, en qué modo ocurrirán esos extraordinarios eventos, nadie lo podría decir. De momento, está ocurriendo el proceso opuesto, artistas residentes en el arco de la isla han desembarcado en Estados Unidos, y algunos se han atrevido incluso a actuar en Miami, un sitio donde antes solían ser recibidos con explosiva hostilidad. Todavía el año pasado, Omara Portuondo se vio forzada a cancelar una presentación en The Fillmore, de Miami Beach, que iba a ser ser perturbada por una banda de gaznápiros que calificaron a la cantante de “diva castro-chavista” y dijeron que llevarla allí era como “llevar el Ku Klux Klan a Liberty City”. Pero Carlos Varela ya ha actuado en Miami en cuatro ocasiones, la más reciente este mismo mes, sin que los piquetes de zocotrocos extremistas lo hayan podido impedir. “Todo cubano tiene derecho a vivir donde quiere, y a tener la libertad de salir y entrar donde quiera”, dijo Varela. Los Van Van, por su parte, ofrecieron un concierto en el James L. Knight Center el año pasado. Un testigo dijo que “una especie de cambio cultural parece haber ocurrido en la década pasada desde la presentación anterior” de la orquesta en Miami, en 1999. “Aquella vez, había más manifestantes que espectadores. Esta vez, las cosas fueron distintas. Radicalmente distintas. (…) De los miles de manifestantes esperados, solo unos 350 se presentaron”. El mismísimo Silvio Rodríguez se acercó peligrosamente a Miami, el año pasado: cantó en Orlando, en el Performing Arts Center, frente a dos mil personas, la mayoría entusiastas de la Revolución cubana, pero, siendo Silvio quien es, que se acercara tanto a la capital cubanoamericana, y que escapara vivo, es sin duda una señal inobjetable de progreso. Ahora será el turno de Pablo Milanés, que actuará por primera vez en Miami el próximo 27 de agosto, en la America Airlines Arena. Las entradas, según Café Fuerte, comenzaron a venderse el día 22.
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Los Van Van, en Miami |
Haría falta que estas visitas de los de la isla a Miami fueran correspondidas, que los artistas cubanos de Miami, México, Madrid o Nueva York aparezcan, mágicamente, en La Habana. “Hay muchos artistas americanos, y cubanoamericanos que quieren actuar en Cuba, pero todavía no se lo han permitido”, dijo Carlos Varela en una entrevista el año pasado. “Espero que las cosas cambien pronto. No podemos seguir viviendo tan cerca y al mismo tiempo tan lejos”. Pero Varela se equivoca, ese cambio no es inminente, por razones tan absolutamente claras que no vale la pena siquiera enumerarlas. Por ahora, el público de la isla tendrá que conformarse con las visitas de artistas en la categoría migratoria y política de Argelia Fragoso, probablemente una minoría, y de ellos, los que estén dispuestos a ir a La Habana de vez en cuando. Mientras tanto, esos otros artistas, los que no pueden actuar o exhibir sus obras o publicar sus libros en su país, continuarán siendo un misterio para el público cubano, una remota memoria, o nombres insignificantes que los más jóvenes han escuchado sin entender. “Yo vine a conocer a Celia Cruz cuando salí de Cuba, ¿te imaginas?”, le dijo a Diario de Cuba Susana Pérez, que se marchó tan recientemente que todavía no hay en la isla espectador que no sepa quién ella es. Algunos de esos artistas exiliados se niegan rotundamente a pedir permiso a las autoridades cubanas para entrar a un país al que, naturalmente, deberían poder entrar sin necesidad de permiso alguno. “Lo lógico sería que, siendo cubana, no tuviera algo llamado ‘status migratorio’, sino que pudiera entrar y salir de mi país sin ninguna restricción”, dijo Alina Sánchez, la soprano, a los lectores de Diario de Cuba, hace solo unos días. “En mi pasaporte vencido, no tengo puesto el sellito rojo de permiso que es obligatorio para todos los cubanos que residen en el exterior y que quieren visitar su país. Y no lo tengo, porque no lo he pedido. No voy a Cuba desde 1998. No voy con, ni sin frecuencia. Quiero visitarla cuando no tenga que pedir permiso para ir a mi país”. “Hace falta que se rompa la barrera”, dijo Isaac Delgado a Cubaencuentro, “en primer lugar, el derecho que tenemos a vivir en cualquier lugar, a entrar y salir de Cuba cuando queramos. Ese es un derecho universal, entrar y salir, y poder ver a tu familia, a tus amigos, pararte en la esquina de tu casa. Que no sea así, es una privación de libertad fundamental. No hacemos más que mudarnos de escenario”. Algunos, que no podrían actuar ya en Cuba, porque no los dejarían, han podido, sin embargo, hacer discretas visitas a su familia, y a los amigos, a veces muchos, que les quedan en la isla. Cuando Reinaldo Miravalles, el gran actor, visitó a su familia en La Habana, hace dos años, la voz corrió rápidamente. “Apenas se oyó ‘¡Miravalles en La Habana!’”, contó Armando López en Cubaencuentro, “todos corrieron: Odalis Fuentes, Luis Alberto García, Mario Balmaseda, Pablo Milanés, Aurora Basnuevo, Mario Limonta, Albertico Pujol, Amaury Pérez, Polito Ibáñez. Todos querían celebrar al patriarca. El mar, esta vez, no dividiría a los cubanos. La amistad por encima de revoluciones y ausencias”. En Cubaencuentro apareció una fotografía de Miravalles, de 86 años, y al que los espectadores más jóvenes solo conocen por viejas películas, abrazado a Pablo Milanés. A otros, la idea de volver a Cuba no se les ha ocurrido. “Establecí mi vida aquí y nunca volvería a vivir en Cuba”, dijo Mirtha Medina, entrevistada en Miami el año pasado. “¿Ves el futuro de Alfredo Rodríguez en Cuba?”, le preguntó hace unos días Armando López al intérprete de bodrios inmortales como “Ay, que me encapricho” y “Buena persona”. “No pienso mucho en el futuro”, respondió Alfredito. “Pienso más en el presente. Sé que voy a volver a cantar en mi Isla. Aunque, como el hijo que se separa de la madre, no necesito ver a Cuba para seguirla queriendo”. Quizás casi ninguno de esos artistas cubanos vuelva a vivir en Cuba, habiendo vivido ya tanto tiempo, en algunos casos casi veinte años, o más, en otros países. Pero es difícil imaginar que no salten de inmediato ante la posibilidad de actuar de nuevo frente a espectadores que serían, los más viejos, capaces de perdonar cualquier mengua del talento o de la habilidad de sus antiguos ídolos, y los más jóvenes, quizás, respetuosos de los gustos, no siempre excesivamente refinados, de otra época.
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Reinaldo Miravalles y Pablo Milanés, en La Habana. |
El regreso de los artistas que se han marchado del país durante los últimos años, y que no han podido, o no han querido todavía volver a actuar allá, permitirá restaurar en la cultura cubana la coherencia y la unidad que la dispersión actual ha dañado. Los espectadores, más que los artistas mismos, tendrán que reconstruir esa unidad, poner, donde no hay nada ahora, las piezas correspondientes, las canciones no escuchadas, los libros no leídos, las películas no vistas, los cuadros no exhibidos, las obras de teatro no estrenadas. Será el público el que ponga las cosas en su sitio, el que adivine y marque la conexión entre lo hecho en la isla y lo hecho en el exilio en estos años, el que organice, quisquillosamente, esa vasta colección de imágenes y diga, al cabo, si algo allí tiene verdadero valor. No todo es recuperable, sin embargo, hay tiempo y talento criminalmente perdidos, desperdiciados. Reinaldo Miravalles, después de irse de Cuba, con 72 años, tuvo que limpiar pisos y vender pizzas. La actriz Ana Viña, que actuó con Miravalles en “Vals de La Habana Vieja”, confesó al ubicuo Armando López que no sabe cómo sobrevivió al llegar a Miami, en 1993. “Limpié aviones de madrugada; trabajé en una imprenta, de pie, doce horas cada noche; y por actuar en teatros, si acaso, me pagaban 30 dólares por función”. Después, consiguió un puesto como asistente de maestra en el que permaneció durante años, hasta que la despidieron, en medio de la crisis. “Cobré el seguro de desempleo, pero ya se me terminó”. Otros no han tenido que hacer robustos trabajos manuales, pero han tenido que aceptar un radical ajuste en sus carreras, de estrella glamorosa o burbujeante sensación en Cuba a artista menor, cantando para veinte espectadores en hondos clubes de la nostalgia en una ciudad extranjera, o recitando líneas de sublime cursilería en deplorables telenovelas latinoamericanas. La lista de discos y conciertos de algunos cantantes cubanos, y los créditos televisivos o cinematográficos de antiguos primeros actores del teatro o la televisión de la isla, impresionan por su humildad, ya en número, ya en prestigio. Ninguno parece arrepentido, no obstante, no se sabe de uno de ellos, de los que no tienen permiso para volver, que haya suplicado que le den ese permiso.
Cuba pasará por una temporada de regresos, cuando recupere algo de normalidad política y económica, cuando se restablezcan los derechos de los exiliados a viajar libremente a su país, sin pedir autorización para ello, y cuando los de la isla puedan también entrar y salir como Pedro por su casa. Quizás el de Argelia Fragoso es solo un preludio de esa temporada, el anticipo de lo que pasará ineludiblemente, de la tarea que emprenderemos en algún punto del futuro, presentarnos de nuevo, los unos a los otros, descubrir qué ha sido de cada uno durante todos estos años, comprobar, decepcionados, que ya no somos los mismos, que tanto hemos perdido por el camino que no nos parecemos demasiado al recuerdo que los demás tienen de nosotros, y enlazar, como podamos, en la totalidad de la experiencia y de la memoria nacionales, los pequeños fragmentos de Cuba, rota, que son nuestras propias extraordinarias vidas. Quizás sea finalmente en el concierto de Xiomara Laugart, en la Plaza, o en la Piragua, o en una nube flotando sobre La Habana, que descubramos que a pesar de todo seguimos siendo parte de la misma encrespada historia, que nuestro breve tiempo humano es el mismo, que aunque queramos, no lo podemos cortar en dos.
Estos eufemismos de la prensa oficial... resulta que Aurelia ha estado ausente 30 años de los escenarios de Cuba por "compromisos internacionales". Vaya gira que se ha pegao la Fragoso!!
ResponderEliminarPor cierto, Juan O., si hay gente que asume la cobarde actitud de intentar hacerte daño (a ti, que ya no tiene argumentos para rebatirte) desde el anonimato, estás en la más absoluta libertad de no publicar esos comentarios.
Y que decir de glorias de la cultura nacional que ya no regresarán como Guillermo Cabrera Infante, Reynaldo Arenas, Celia Cruz, Olga Guillot o La Lupe. Creo que en todo esto, todos somos perdedores: los artistas y el pueblo. Ellos se privan del derecho y necesidad de mostrarnos su arte, y nosotros de apreciarlo. Por otra parte, creo que la cultura cubana no tiene necesariamente que producirse en la isla. Hay muchos ejemplos de arte profundamente cubano producido fuera de la patria. Con relación al exilio de Miami, ciudad donde orgullosamente vivo, no todos somos trogloditas al estilo de Vigilia Mambisa y su líder Miguel Saavedra. Muchos iremos a ver a Pablo y cantaremos sus canciones. Otros protestaran por su presencia en la capital del exilio. Sin embargo, todos tendremos la oportunidad de expresar nuestras opiniones. Ojalá que en esta ocasión todo sea de una manera civilizada y no volver a ver en la tele imágenes de un grupo de viejos recalcitrantes rompiendo ridículamente discos frente al Restaurant Versailles de la calle ocho de Miami. Que todo sea por el bien de Cuba y los cubanos.
ResponderEliminarDespués de más de cincuenta años de una dictadura cansada y fracasada toda nuestras vidas hoy acusan a cierta "normalidad". Algunos artistas se expresan con la libertad falseada y las condiciones que no tuvieron entonces Ana Viña, Pepe Camejo, Reynaldo Arenas o Paquito de Rivera condenados del condado de Punto Cero. Sin embargo, la corrección política hace que haya que alegrarse que la Fragoso ofrezca conciertos nuevamente en Cuba; que Manolín se aproveche de la generocidad de la democracia americana cuando diga "que se lo debe todo a la revolución" o que los Orishas alaben a Fidel mientras se dan la gran vida por Montmartre, a eso se le llama dialética; ¿dialéctica?.
EliminarUsted dice vive "orgullosamente" en Miami y me imagino que es uno de los que se apunta a cuanto sarao cubano se de en la ciudad de "manera civilizada", porque para eso vive en la democracia que nunca antes había conocido. No obstante, me gustaría señalarle (para aclararle: no vivo en Estados Unidos) que esos "trogloditas" de la Vigilia Mambisa y demás "recalcitrantes y mafiosos" son los que han mantenido el tema de Cuba en el candelero durante más de 5 décadas, lo que han dado a conocer la tragedia cubana aún cuando usted todavía juraba el matutino con pañueleta de pionero; y si rompen "rídiculos" los discos frente al Versalles lo hacen con la furia, el dolor y la frustración de ver una patria perdida y amoralizada.
Sólo cuando usted comprenda eso habrá pasado el exámen de dignidad. Suerte.
Amadeus
Argelia vivió muchos años aquí en Tenerife, daba clases de música, apenas actuaba, viajaba mucho a Alemania donde sí actuaba más creo... ahora no sé si radica en Madrid o por dónde.
ResponderEliminar¿Montaremos "al regreso" una escuela de Periodismo en La Habana, JO? ;-)
Eres agua y luz, es para mí siempre un placer leerte.
Excelentes sus artículos. No conocía su blog. Lo seguiré desde Madrid, ciudad en la que vivo. Por lo que sé, ya Xiomara Laugart ha vuelto a cantar en Cuba. Lo más significativo es que han puesto por la radio a Mirtha Medina, Magguie Carlés y hasta Annia Linares. Ojalá algo se haya empezado a abrir allí.
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