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28 de enero de 2011

El precio del aguacate

Los cubanos que gustan del teatro, el ballet, la música y la literatura, una abnegada comunidad que ha atravesado las más desoladoras catástrofes nacionales sin perder su romántica fe en la causa y la gloria del arte, han recibido pésimas noticias al comenzar el año.

El viceministro de Cultura, Fernando Rojas, ha anunciado que los precios de los espectáculos y de los libros subirán, quizás bastante. “Existen actividades, espectáculos y productos, que dado su nivel de convocatoria, no necesariamente haya que ofertarlos a bajos precios”, ha dicho Rojas al diario Juventud Rebelde, con tono y talante más de ministro de Economía que de la Cultura. “Nunca se nos ocurriría cobrar el acceso del público al teatro Mella, para ver a Wynston Marsalis o Arturo O’Farrill, a los precios que se pagan en Nueva York.  Sin embargo, esto no quiere decir que la entrada al Mella tenga que ser siempre a diez pesos”. A partir de ahora, ciertos aficionados al ballet, que asisten a todas las funciones de El Lago de los Cisnes o de Giselle de viernes a domingo para comparar la técnica y las piernas de los distintos intérpretes, tendrán que escoger más cuidadosamente los programas que presenciarán, decidir si irán a la función de Viengsay Valdés, estrella suprema del Ballet Nacional de Cuba, o a la de su lánguida rival, Sadaise Arencibia.

La revisión de los precios de los espectáculos artísticos en Cuba ha sido insinuada en el lúgubre documento titulado soviéticamente “Lineamientos de la Política Económica y Social”, el programa de supervivencia que Raúl Castro quiere que el próximo Congreso del Partido Comunista de Cuba apruebe. El papelucho, que revela a la vez la alarma de los líderes cubanos por el deterioro de la situación del país, y los límites de su ambición, imaginación y coraje, anuncia, en la sección dedicada a la cultura, el propósito de “generar nuevas fuentes de ingresos, evaluando todas las actividades que pueden pasar del sector presupuestado al sistema empresarial”. Ser cultos (y rentables) para ser libres.  O ser rentables para ser cultos (¿y quién mencionó la libertad?). A algunos espectadores no les molestará demasiado pagar veinte pesos un mes sí y otro no por un asiento en la platea del Gran Teatro o del Amadeo Roldán. Pero quizás Rojas ha olvidado que muchos espectadores de los teatros de La Habana, y de las otras pocas ciudades de Cuba donde tan exóticas actividades, el teatro, el ballet, un concierto de clásicos o de jazz, todavía tienen lugar, no son tan solventes como un viceministro de Cultura, y diez pesos es, en algunos casos, mucho más de lo que están en capacidad de pagar. Esos espectadores, estudiantes, jubilados, desempleados, jóvenes profesionales recién graduados, y trabajadores de salarios muy bajos, deberían recibir, como ocurre en tantos otros países, reducciones sustanciales en las entradas, o tener acceso a sistemas de abono o membresía, que les permitan no tener que escoger entre un aguacate y Rachmaninov.  A decir verdad, hay tan pocos espectáculos de mérito cada fin de semana en los teatros de La Habana, a juzgar por las raquíticas páginas culturales de Granma o del propio Juventud Rebelde, que es difícil imaginar a un espectador cayendo en bancarrota por no faltar a los estrenos o conciertos más importantes de cada mes.      

El viceministro Rojas ha intentado disipar la preocupación de los lectores de Juventud Rebelde, afirmando que en Cuba “no se puede aplicar (…) el esquema que se articula en una capital occidental capitalista, en la cual le es imposible al ciudadano común asistir a un espectáculo de ballet”. Esta sorprendente declaración recuerda otro notable disparate, enunciado por el ceniciento presidente de la Asamblea Nacional de Cuba, Ricardo Alarcón de Quesada, quien dijo, en memorable ocasión, solo ocho meses antes de que los Estados Unidos eligieran como presidente a un hombre negro, que a su esposa y su hija las habían echado de las tiendas de la Quinta Avenida de Nueva York por su acento hispano y el color de su piel. Fue esa vez también, en la disputa con algunos estudiantes de la Universidad de las Ciencias Informáticas, cuando Alarcón, un hombre culto y elocuente, rara avis entre sus colegas, que pudo ser más que una pequeña figura crepuscular en la historia de la revolución si no hubiera escogido sobrevivir a brillar, justificó las restricciones de viaje impuestas a los cubanos por su propio gobierno diciendo que si todos los habitantes de la Tierra pudieran viajar a donde quisieran, “la trabazón que habría en los aires del planeta sería enorme”.  Gracias a Wikileaks, hemos recibido adicional confirmación esta semana de lo que siempre hemos sabido, que el abominable “permiso de salida” que el Ministerio del Interior de Cuba administra tiránicamente no se mantiene en vigor para evitar atascos en las nubes o reducir la ya minúscula huella de carbono de los cubanos, sino, como le confesó Raúl Castro en 2008  al Ministro de Exteriores de Brasil, Celso Amorim, para impedir un éxodo masivo en todas direcciones, una indetenible estampida. En cuanto a la afirmación del viceministro Rojas, que los ciudadanos comunes no pueden asistir a funciones de ballet en una capital occidental, habría que decir que es apabullante el número de ciudadanos no comunes que colman la platea y los balcones de la Royal Opera House de Londres, en Covent Garden, en cada función de ópera o de ballet que allí se ofrece.  Ahora mismo, las cuatro restantes funciones de la temporada de Giselle, a inicios de febrero, están completamente vendidas, no queda ni un asiento libre de los 2268 de la sala, ni en la platea ni en los balcones, ni los que cuestan más de ciento cincuenta libras en el primer balcón, ni los que cuestan cinco míseras libras en la galería.  También están vendidas, completamente, las restantes funciones de El Lago de los Cisnes, y la temporada inaugural de una nueva pieza, Alicia en el País de las Maravillas, creada por el joven y ya notable coreógrafo Christopher Wheeldon, que se estrenará en marzo.  Pero si el viceministro Rojas llegara de visita a Londres esta semana, podríamos llevarlo a Sadler’s Wells, a las funciones del American Ballet Theatre, dos programas calidoscópicos que incluyen piezas nunca vistas en el Reino Unido, y maravillas como El Jardín de las Lilas, Tema y Variaciones y Dúo Concertante. ¿Será Rojas un entusiasta de Balanchine? Quedan entradas en la platea, solo 30 libras, en la fila Q. Desde allí se ven perfectamente los pies y las cejas de los bailarines, podemos asegurarlo.  
Carlos Acosta y Marianela Núñez en Giselle.
Por treinta libras también puede comprar una entrada para la temporada conjunta del English National Ballet y la compañía de Roland Petit, en julio, en el Coliseum. Es en el primer balcón, pero por diez libras más Rojas se podría colar en el balcón inferior. Hay también entradas para El Lago del ENB, en marzo, por 67 libras en la platea, o por diez en la galería, lo que los cubanos llamamos el gallinero.  Si Rojas visitara Londres en el verano, podría alcanzar a ver al mismísimo Carlos Acosta bailando Romeo y Julieta en el escenario del Centro O₂, el antiguo Domo del Milenio. Las entradas quizás son demasiado caras para un burócrata cubano sin ingresos en moneda libremente convertible, hasta 65 libras (alrededor de 95 CUC) por un puesto en el primer nivel de lunetas, pero muy bien podríamos regalarle al viceministro Rojas, como premio por sus esfuerzos para implantar el “sistema empresarial” en las artes cubanas, una entrada de precio módico, solo diez libras (14 CUC, una bicoca), para que vea la función sentado en el suelo, frente al escenario. Y si no alcanzamos entradas, siempre podremos hacer un picnic en la piazza de Covent Garden, o en Trafalgar Square, o en Victoria Park, frente a las pantallas gigantes que el Royal Ballet y la Royal Opera colocan allí en el verano para que los aficionados que no hayan logrado entrar al teatro, o los neófitos que no podrían distinguir la cuarta posición del ballet de la quinta, o no han escuchado jamás “Vissi d’arte”  (sí, amigos lectores, esas extraordinarias criaturas existen) pero tienen disposición de aprender, puedan ver bailar a la exquisita Alina Cojocaru, o escuchar a Anna Netrebko o Roberto Alagna.   Si a Rojas no le gustara tanto el ballet, podríamos llevarlo a los museos londinenses, al British Museum o a Tate, que no cobran un penique por la entrada, o a los Proms de la BBC, en el Royal Albert Hall, el festival de música clásica más extenso del mundo,  al que asisten los intérpretes más distinguidos, y en el que la entrada más barata puede costar cinco libras.  No son tanto los precios, muy variados, los que detienen a algunos espectadores a la puerta de la Royal Opera House, como cree Fernando Rojas, sino la pobre educación, el desinterés, la falta del hábito del arte, las mismas razones por las que la vasta mayoría de los habaneros nunca ha asomado la nariz en el Gran Teatro, en el Amadeo o en teatro alguno, a pesar de sus precios extraordinariamente baratos, y lo hará menos cuando las entradas cuesten más.  El salario medio en el Reino Unido en el 2010 era de 499 libras por semana.  El de Cuba era de 429 pesos, al mes. Un ticket de 30 libras para las funciones del American Ballet Theatre en Sadler’s Wells costaría a un trabajador británico de ingreso exactamente mediano, del tipo que Fernando Rojas llamaría “ciudadano común”, el 6 % de su ingreso semanal.  Un ticket de 30 pesos, si llegamos a eso, para ver a Viengsay Valdés ejecutar 32 fouettés en tournant en El Lago de los Cisnes, costaría a un espectador habanero que ganara el salario medio casi el 7 % de su ingreso mensual.  Un aguacate en Sainsbury’s vale 99 peniques, el 0.2 % del ingreso semanal de un trabajador británico medio.  En Cuba, un aguacate se consigue a cinco o diez pesos, el 2.3 % del ingreso mensual de un juanpérez cualquiera.   
No hay que decirlo, comparar el precio relativo de los aguacates en Londres y en La Habana es un despropósito, un disparate económico, aunque los números, tercamente exactos, dan una idea de cuán cara es la vida en Cuba, proporcionalmente, aún sin la intervención del viceministro Rojas. No es una sorpresa que el salario semanal promedio de los británicos, cuyo país es uno de los más ricos del planeta, sea 35 veces mayor que el salario mensual promedio de los cubanos. Lo que sí sorprende es que La Habana haya clasificado en el puesto 45 en la lista de las ciudades más caras para visitantes o empleados de origen extranjero en el 2010, elaborada por la compañía Mercer.  Londres ocupó el puesto 17, francamente por debajo de lo que uno calcularía.  Bien saben los londinenses, y sus visitantes, cuánto cuesta un billete de metro en la Metropolitan Line de Wembley Park a Liverpool Street, un litro de gasolina, o rentar una habitación en el centro de la ciudad.  Pero La Habana, capital de un país casi en bancarrota, se las arregló para superar, en la lista de las más caras, a ciudades como Barcelona, Frankfurt, Bruselas, Munich y Los Ángeles.  En el hemisferio occidental, la capital cubana fue tercera, solo por detrás de Sao Paulo, Nueva York y Río de Janeiro.  El argumento usado habitualmente para justificar los bajos salarios en Cuba es la gratuidad de la educación y el servicio de salud públicos, y el generoso subsidio estatal a la canasta básica, la vivienda, el transporte y los espectáculos culturales y deportivos. Obviamente, Cuba no es el único país con escuelas y hospitales gratis, aunque algunos lectores de Granma probablemente así lo creen.  Los británicos disfrutan también de esos beneficios, aunque tienen además la opción de pagar escuelas y clínicas privadas, si lo prefieren, y les alcanza el dinero para ello.  Incluso la pequeña Túnez, ahora patas arriba, ofrece atención médica gratuita a los sectores más pobres de la sociedad, y un seguro de salud que cubre a muchos otros individuos, incluyendo estudiantes, empleados del Estado y jubilados. La educación general en Túnez es gratuita, y la universitaria, casi, las facultades públicas solo cobran el registro de los estudiantes, no la matrícula.  En Cuba, trágicamente, el deterioro de la educación general y de los servicios de salud es tan vasto, que muchos se ven obligados a contratar “repasadores” para sus hijos, para corregir las deficiencias de la escuela, o sobornar a médicos y enfermeras para recibir una atención más rápida y eficiente que la proporcionada a otros infelices. Un injusto sistema comercial, que privilegia a los ciudadanos de mayores ingresos, o con entradas en moneda convertible, ha ido creciendo dentro de los depauperados servicios públicos cubanos, lenta pero imparablemente, durante muchos años, hasta volver irreconocibles las escuelas y hospitales de los que Cuba, alguna vez, estuvo legítimamente orgullosa. Para qué hablar de la construcción de viviendas, o el transporte público, dos áreas contra las que se estrellaron sucesivos ministros a lo largo de cincuenta años. Los infaustos “Lineamientos de la Política Económica y Social” representan la capitulación del gobierno cubano en múltiples áreas de la vida social, el tácito reconocimiento de su incapacidad para administrar, por sí solo, como ha tratado de hacer hasta ahora, las múltiples crisis de Cuba, y su decisión de descargar en los ciudadanos la culpa de esta catástrofe, y la responsabilidad de encontrar su propia salvación, sus vías de subsistencia personal y familiar, aunque continúe negándose, obstinadamente, a permitirles unirse para encontrar la salvación de todos en un proyecto distinto, más creativo y generoso que el que propone Raúl Castro. “No es posible resolver los problemas que los costosos servicios sociales enfrentan sin un aumento de la producción, la productividad y las exportaciones, que permitan, a su vez, reducir las importaciones”, escribió en la revista Temas Carmelo Mesa-Lago, profesor emérito de Economía en la Universidad de Pittsburgh. Pero es difícil ver que esos ambiciosos objetivos puedan lograrse solo eliminando la libreta de racionamiento, “racionalizando” (delicioso eufemismo)  las plantillas de las empresas estatales, y autorizando a los peluqueros a formar cooperativas.  O, incluso, cobrando treinta pesos para escuchar a Wynston Marsalis en el Mella.   

Se podría pedir a los líderes cubanos, al menos, que no mientan sobre la vida y las formas de organización de los otros países, o al menos, que no las distorsionen tan groseramente, ya que, por lo visto, no tienen planes para eliminar el “permiso de salida” y dejar a sus ciudadanos viajar fuera de la isla con libertad. Los cubanos necesitan, más que nunca, mirar al mundo exterior, conocerlo, examinarlo meticulosamente, para que puedan determinar, con serenidad, sin infantil e irresponsable entusiasmo, sin correr el riesgo evitable de la ignorancia, qué quieren hacer con su propio país. Hay mucho que los cubanos deben ver, para que sepan que no deben copiarlo. Y hay mucho que deben ver por la razón contraria, para que sepan cuánto más podríamos tener, cuánto mejor podría ser nuestra vida, cuánto tiempo, tantos, tantos años, hemos perdido.   

7 comentarios:

  1. Buen artículo... coincido en algunos punto, disiento en otros, pero me hizo pensar... más aún... Alguien seguro te dirá que no todos los cubanos tienen dinero para salir, incluso si no existiera el permiso de salida... Y los que sí? Y los, aunque pocos, que sí han tenido esa oportunidad y les ha sido y les es negada cada día??? Paro de pensar, al menos por un rato...
    Saludos desde Cuba
    E

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  2. Ahora Elaine es el seudónimo de Alarcón? Los derechos como el de salir y entrar libremente al país de uno, son universales -eso quiere decir, "compañerita", si es que ud es leida y escribida (y no es Alarcón, vocero de tan mezquina justificación- que el derecho a circular libremente está por encima, precede, vaya, la posición económica o cualquier otra condición.
    O sea que los cubanitos tienen el derecho a salir de la isla cárcel aunque no tengan medio kilo en el bolsillo.Y lo harán el día en que personas con el pensamiento suyo salgan del poder y de las esferas de influencia.
    Me imagino entonces que a menos que ud tenga mucha plata en el bolsillo, no podrá salir del país. Vaya, que si no le dan permiso para algún viajecito eso estará justificado, verdad?

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  3. En algún momento el discurso oficial desvaneció las fronteras entre burdas mentiras y las verdades, cada vez menos, que podría defender.
    El Granma nos vende a los burócratas como chivos expiatorios, como si fuesen voraces marcianos caídos en paracaídas en la retaguardia de la Patria, sin que nuestras gloriosas Fuerzas Armadas pudieran impedirlo.
    Se sigue cumpliendo la metáfora del padre que no deja salir a su hijo. Pero lamentablemente el niño tiene amiguitos que se han fugado por las ventanas y regresan a contar las maravillas y horrores del mundo exterior. Entonces el pequeño hace como obedece y espera su oportunidad para evadirse también.
    Rojas es la reproducción al carbón de aquellos funcionarios del Emperador que hablaron con Kapuscinski sobre la maravillas de la corte etíope.

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  4. Lo peor es esa sensación de que hemos llegado demasiado tarde, de que tenemos que correr para ponernos al día y recuperar esos tantos, tantos años perdidos. Descubrir la realidad de otros países, tan distinta de cómo nos la contaron. Descubrir que definitivamente la vida siempre está en otra parte y tener la posibilidad de salir por ahí, a buscarla. Entonces, haber vivido tantos años ajenos a esto es una mezcla de dolor y rabia, de pena por los que no han podido descubrirlo y de infinita tristeza por los que nunca lo descubrirán. El discurso de los 'cuadros' cubanos da mucha pena, el de Alarcón en particular da verguenza y el de Fernando Rojas, creo que ya está todo dicho aquí, parece que la inteligencia y la honestidad solo le tocó a su hermano. Siempre pintando un mundo exterior donde la gente no puede hacer nada y no puede acceder a nada y ahora con tanta aerolínea de bajo costo te sacas un billete a París por 15 euros y te sientas por horas a contemplar la Torre Eiffel. Por Dios, Cuba da tanta pena, pero tanta...

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  5. @Anónimo del 29 de enero a las 5:11

    perdón, pero te leíste a elaine? o tenías ganas de descargarle a alguien? relájate y lee de nuevo, tal vez descubras que ella no estaba diciendo nada de lo que supone tu respuesta airada!

    @Jota, disfruté el paseo por la cartelera cultural londinense, que no sólo es envidiable desde Labana, sino también desde Bonn :-D ...también disfruté antes por las calles de Túnez, y recordé que cuando supimos que ibas nos preguntábamos por qué habrías escogido ese destino tan "exótico" para vacacionar...

    Te leo y, como Elaine, no coincido en todo, pero polemizo en alta voz con Juansinnada mientras lo leo... y aprendo, seguramente porque aunque me gusta el ballet y el teatro y la música, y asisto a sus funciones y conciertos, pertenezco -sin vergüenza- a "los neófitos que no podrían distinguir la cuarta posición del ballet de la quinta, o no han escuchado jamás “Vissi d’arte” (sí, amigos lectores, esas extraordinarias criaturas existen pero tienen disposición de aprender)" ... Lo siento, no puedo parar de imaginarme el selecto club de tus "otros" lectores. Definitivamente tengo que pensar en serio sobre Londres! :-P

    Besos!
    PS. a ver si este comment sale que los intentos anteriores en otros post siempre terminan perdiéndoseme en este complicado sistema de identificación.

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  6. Si la historia de Pinocho fuera cierta entonces Cuba seria el país de los narizones, una raza nueva u hombre nuevo con el apéndice nasal desarrollado de forma superlativa, todos mentimos: el gobierno y todos sus dirigentes mienten descaradamente al resto del pueblo, es la forma que han encontrado de afianzarse al poder y el resto del pueblo también miente, es la forma que han encontrado ( y han aprendido) de sobrevivir

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  7. Anónimo
    Creo que no te leíste el comentario bien...Estaba diciendo exactamente lo mismo que tú, y dando por adelantado la respuesta que podrían dar en algunas esferas, tan poco convincente para mí como para ti...
    Pero tranquilo, que cualquiera llega con ganas de descompresionar a un blog y la coge con el primero que ve..
    Y mi apellido no es Alarcón, sino Díaz...
    Sldos,
    E

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