En LSE, London School of Economics, la noticia fue recibida casi con júbilo. The Times ha otorgado a esa universidad londinense el lugar 37 entre las de más positiva reputación en el mundo. Es un lugar relativamente alto, aunque inferior al de otras dos universidades de Londres, el Imperial College, que tomó el onceno lugar, y UCL, University College of London, que fue decimonovena. Harvard fue primera, seguida por MIT, Massachussetts Institute of Technology, y Cambridge.
A LSE el lugar 37, casi veinte peldaños por detrás de UCL, le hubiera resultado decepcionante hace tan solo unas semanas. La universidad, fundada en 1895 por George Bernard Shaw y los economistas socialistas Sydney y Beatrice Webb, se ufana de los 16 Premios Nobel otorgados a antiguos o presentes alumnos o profesores, el más reciente de los cuales fue el que obtuvo en Economía el año pasado el profesor Christopher Pissarides por sus estudios sobre las causas y efectos del desempleo. Bertrand Russell impartió allí un curso sobre la ciencia del poder en 1937. En LSE, Karl Popper enseñó lógica poco después del final de la Segunda Guerra Mundial. El filósofo marxista belga Ralph Miliband, que llegó a Londres muy joven, en 1940, huyendo de las tropas nazis, se graduó en LSE con un título distinguido en 1947. Clement Attlee, el pequeño, discreto hombrecito que derrotó a Winston Churchill en las elecciones de 1945 y dirigió el gobierno británico más laborioso y progresista del siglo XX, fue profesor de LSE entre 1912 y el comienzo de la Gran Guerra, y después, desde el Armisticio de 1918 hasta 1923. Fueron alumnos de LSE John Fitzgerald Kennedy, el actual primer ministro de Grecia, George Papandreu, el presidente de Kenya, Mwai Kibaki, y la reina Margarita de Holanda. Anthony Giddens, el autor de la teoría de la estructuración, dedicada a determinar la relación entre el mecanismo social y el libre albedrío de los individuos, es Profesor Emérito de la universidad. A pesar de tantos títulos y apellidos ilustres, LSE cayó a un estrepitoso lugar 86 en la lista de las mejores universidades del mundo en el 2010, también compilada por The Times, y que no mide fama o reputación, sino datos más reales, como los ingresos, el gasto en investigación, la repercusión internacional de las obras producidas por los profesores, y la calidad y resultados evidentes de la enseñanza. Ese lugar 86 fue una catástrofe para LSE, que hace solo siete años, en el 2004, había clasificado en onceno lugar. El puesto 37 en la lista de universidades de mayor reputación ha venido a aliviar en parte la punzante humillación del puesto tan inferior en la otra clasificación, y ha rescatado a LSE, al menos de momento, de un asunto aún más vergonzoso, el del dinero recibido de una institución siniestramente llamada Fundación Gadafi de Caridad y Desarrollo Internacional, cuyo patrón es en estos días casi más aborrecido y despreciado que el diablo.
![]() |
London School of Economics (LSE) |
Según parece, cuando comenzaron las revueltas en Libia hace algunas semanas, LSE había recibido ya 300 mil libras de una donación de un millón y medio que la Fundación Gadafi había prometido a la universidad donde el presunto delfín del dictador libio, Saif al-Islam, recibió un título de doctor en filosofía en el 2008. El propósito declarado de la donación era crear un programa de estudios del Norte de África, dirigido por el profesor David Held, un reputado especialista en relaciones internacionales. El hijo de Gadafi, que en las últimas semanas ha asumido el doble papel de vocero y comandante en jefe de las fuerzas leales al estrafalario coronel, completó una maestría en LSE y luego presentó una tesis doctoral con el inspirado título de “El rol de la sociedad civil en la democratización de las instituciones globales de gobierno”. Hasta donde se sabe, la tesis transitó pacíficamente por las sucesivas etapas de supervisión académica, tutoreada por la profesora Nancy Cartwright. Lord Meghnad Desai, ex profesor de LSE, quien fue miembro del panel examinador de la tesis, ha dicho que Saif al-Islam fue interrogado durante dos horas y media, sin que aparecieran dudas de que el texto había sido escrito por otra persona. “Reportamos que la tesis necesitaba correcciones y revisiones, que el candidato fue invitado a realizar”, dijo Lord Desai. “Cuando lo hizo, leímos la tesis otra vez, y decidimos otorgarle el título”. Al Evening Standard, Lord Desai confesó: “Nos sorprendió qué idealista era. Le dijimos que la tesis no era realista, y que necesitaba un poco de realpolitik”. Tan satisfechos estaban los profesores de LSE con su alumno libio, que lo invitaron a pronunciar en mayo del 2010 la conferencia memorial dedicada cada año a Ralph Miliband. El título de su charla fue “Libia, pasado, presente y futuro”, un tema, que a la vista de los últimos sucesos, resultaba particularmente urgente, aunque es improbable que el conferencista haya sido capaz de adivinar lo que muy poco después de su disertación ocurriría. Menos de un año después, el pasado 20 de febrero, cuando ya decenas de personas habían muerto en las calles de Bengasi y Trípoli, Saif al-Islam apareció en las pantallas de televisión de todo el mundo y prometió hacer correr “ríos de sangre” si los rebeldes que demandaban el fin de 42 años de dictadura no aceptaban, en vez de la salida inmediata de los Gadafi del poder, una vaga, imprecisa reforma. “Yo soy el gobierno”, declaró rotundamente a CNN el joven Gadafi, como si de repente hubiera olvidado todas las definiciones de democracia y sociedad civil que había recitado en la defensa de su tesis. Desde Libia llegaron noticias de los bombardeos de la aviación de Gadafi contra objetivos en Trípoli y en las ciudades ocupadas por los rebeldes. Saif al-Islam apareció nuevamente, en un video amateur, arengando a los seguidores de su padre, y disparando al aire en señal de desafío, al mismo tiempo que aumentaban, dramáticamente, las cifras de víctimas del conflicto, transformado, de revolución, en guerra civil. En LSE, profesores, directivos y alumnos se horrorizaron. Hubieran preferido ver a su universidad sepultada en el lugar 500 de la lista de The Times. La universidad, ignominiosamente, ha sido rebautizada por sus críticos como Libyan School of Economics.
![]() |
Saif al-Islam Gadafi en la televisión libia, 20 de febrero del 2011. |
Ahora hasta la profesora Cartwright admite que existe evidencia de que algunas secciones de la tesis fueron plagiadas. Más graves aún son las revelaciones sobre una oscura organización llamada Monitor Group, con sede en Estados Unidos, que en 2006 fue contratada por el gobierno libio para mejorar la imagen internacional de su país y, particularmente, “presentar a Muammar Gadafi como pensador e intelectual, independientemente de su más conocido rol como líder de la Revolución”. Mother Jones, la siempre bien informada publicación dedicada al periodismo investigativo, ha revelado que como parte del proyecto, Monitor llevó a Trípoli a varios, muy distinguidos académicos de Harvard, Princeton y otras universidades, entre ellos el mismísmo profesor Giddens, de LSE, con el objetivo de presentarlos a Gadafi y hacerles conocer las ideas y proyectos del dictador. Uno de esos académicos, el profesor Joseph Nye Jr, de Harvard, escribió un artículo para The New Republic en el que afirmaba, enfáticamente, que no había dudas de que Gadafi “actúa en el escenario internacional de forma distinta a como lo hacía en décadas pasadas”. Por su parte, de vuelta en Londres, el profesor Giddens escribió en The Guardian una artículo titulado “Mi charla con el coronel”, en el que declaraba, sin sonrojo, que “para ser un estado de un solo partido, Libia no es particularmente represiva (…) Gadafi parece genuinamente popular”. En su artículo, Giddens se preguntó si el progreso hacia la democracia en Libia sería solo posible cuando Gadafi se retirara del poder. “Tiendo a pensar lo contrario”, se respondió a sí mismo. “Si es sincero en su deseo de hacer cambios, como creo que es, él podría desempeñar un rol evitando el inevitable conflicto que se producirá cuando el país se modernice”. El artículo del profesor Giddens fue publicado en marzo del 2007, por los días en que Saif al-Islam Gadafi, presuntamente, escribía los capítulos centrales de su tesis sobre la sociedad civil. La malhadada tesis está basada en una serie de entrevistas con influyentes personalidades internacionales, en su mayoría líderes de organizaciones no gubernamentales y académicos, ninguna de las cuales fue realizada por el propio Saif al-Islam, sino por otros investigadores actuando, según parece, en nombre del Monitor Group. Indignados por estas extraordinarias revelaciones, un grupo de doce alumnos de LSE irrumpió en las oficinas del director de la universidad, Sir Howard Davies, y exigió que fuera devuelto el dinero recibido de la Fundación Gadafi, o que se creara con él un programa de becas para estudiantes pobres de Libia. En la calle, un grupo de 150 estudiantes reclamó que fuera revocado el estatus de graduado de LSE a Saif al-Islam Gadafi. El Consejo de la universidad no pudo resistir más la presión de la prensa londinense y de sus propios estudiantes. Un comité alumnos y profesores fue creado para decidir los detalles del nuevo programa de becas. El Consejo admitió su pesar por el daño infligido a la reputación internacional de la universidad por “su asociación con el apellido Gadafi” y prometió investigar las acusaciones de plagio y otras irregularidades en la tesis doctoral de Saif al-Islam. En un último gesto dramático, el profesor Davies anunció su renuncia al puesto de director. “Soy responsable por la reputación de la universidad, y esta ha sido dañada (…) Yo recomendé al Consejo aceptar ese dinero, y ese ha resultado ser un error”. Pero incluso ese mea culpa podría no ser suficiente remedio. En The Guardian, Emmanuel Akpan-Ikwang, un antiguo empleado de LSE, advirtió que el escándalo actual es solo “la punta del iceberg” de un problema más fundamental de la universidad, el de haberse convertido en “escuela final de la élite global”. La universidad, denunció Akpan-Ikwang, recibe solo el 15 % de sus fondos del gobierno británico, y se ve obligada a recaudar dinero por cualquier otra vía, “matrículas, donaciones corporativas y evidentemente cheques de dictadores”. Por la misma época en que Saif al-Islam completaba su doctorado, en el 2008, LSE aceptó, a pesar de las protestas de sus propios estudiantes, una donación de 2.5 millones de libras de parte del presidente de los Emiratos Árabes Unidos, jeque Khalifa bin Zayed bin Sultan Al Nahyan. De acuerdo con The Jewish Chronicle, el acuerdo entre el jeque Zayed y LSE incluía nombrar un teatro de la universidad en honor del padre del donante y su antecesor como presidente, el jeque Zayed bin Sultan Al Nayhan. The Chronicle afirmó que Harvard había rechazado una donación semejante algún tiempo atrás, después de que se supiera que el Centro Internacional Zayed para la Coordinación había auspiciado conferencias y publicaciones que afirmaban, entre otros despropósitos, que los judíos eran culpables por el Holocausto y que el ejército norteamericano había ejecutado los ataques del 11 de septiembre del 2001. Los directivos de LSE, con menos escrúpulos que Harvard, y más reducido tesoro, tomaron el dinero, y, tapándose la nariz, le pusieron al teatro el nombre del difunto jeque.
Es probable que LSE termine despojando al hijo de Gadafi de su título de doctor, puesto que sería fatal para el prestigio de la universidad que el Tribunal Criminal Internacional de La Haya, si alguna vez llega a juzgar al dictador libio y sus hijos, mencionara en el sumario a la institución londinense o peor, investigara sus vínculos con esa familia. De momento, Saif al-Islam ha perdido algo casi tan valioso como su título, la mansión de estilo neogeorgiano, valorada en diez millones de libras, que poseía en Hampstead Gardens, uno de los barrios más elegantes de Londres. Un grupo de vagabundos, autodenominado “Abajo los Tiranos”, ha tomado posesión del palacete, una preciosidad con piscina, cine, sauna, y enormes pantallas de televisión en cada una de sus ocho habitaciones. Los ocupantes desplegaron en el techo de la casa una banderola con el rostro malhumorado de Gadafi y el letrero “Fuera de Libia. Fuera de Londres”. Uno de los ocupantes declaró al Daily Mail que habían tomado la casa para asegurarse de que es devuelta al pueblo libio. “No confiamos en que el gobierno británico confisque los bienes del gobierno corrupto de Gadafi, así que hemos decidido tomar el asunto en nuestras manos”. Cómo el segundo hijo del antiguo capitán del Ejército del rey Idris llegó a comprar una casa tan fastuosa es un misterio que, si los Gadafi son derrotados en Libia, el nuevo gobierno de ese país se dedicará apasionadamente a resolver, como ahora están los egipcios averiguando el origen de la fantástica fortuna de los Mubarak, que por cierto, también tenían una magnífica residencia en Londres, una mansión de seis pisos en Knightsbridge, en la zona más rica y hermosa de la ciudad, evaluada en 8.5 millones de libras. Londres tiene muchos huéspedes como esos, hijos y nietos de sátrapas árabes, tiranuelos africanos, oligarcas rusos y chinos, que completan su educación en las universidades y colegios más distinguidos de Inglaterra, antes de regresar a casa para heredar el poder o, si un hermano mayor ya ha hecho eso antes, ocuparse de otros negocios de la familia. Bashar al-Assad, que heredó Siria de su padre Hafez, estaba completando su entrenamiento como oftalmólogo en el Western Eye Hospital de Londres cuando fue llamado repentinamente a Damasco tras la muerte de su hermano mayor, Basil, en 1994. Salman bin Hamad bin Isa Al Khalifa, Príncipe Coronado de Bahrein, otro estado del Medio Oriente trastornado por protestas populares, completó una maestría en Filosofía e Historia en Cambridge. El Príncipe Coronado de Dubai, jeque Hamdan Bin Mohammed Bin Rashid Al Maktoum se graduó en la Real Academia Militar de Sandhurst y luego tomó cursos en LSE. Otro Príncipe Coronado, el de Qatar, Tamim Bin Hamad Al Thani, hizo su educación secundaria en Inglaterra, en la misma Harrow School donde estudiaron Churchill y Byron, y luego se graduó, como su homólogo de Dubai, en Sandhurst. Bilawal Zardari, el hijo de la ex primera ministra de Pakistán, Benazir Bhutto, y del actual presidente de ese país, Asif Alí Zardari, estaba todavía estudiando Historia Moderna en Oxford cuando fue nombrado, tras el asesinato de su madre en el 2007, copresidente del Partido del Pueblo de Pakistán, fundado por su abuelo, Zulfikar Alí Bhutto. Rahul Ghandi, hijo, nieto y bisnieto de primeros ministros de la India, y quizás muy pronto primer ministro también él, completó una maestría en Estudios del Desarrollo en Cambridge. Gamal Mubarak, el primogénito del depuesto presidente egipcio, se graduó en la Universidad Americana de El Cairo, pero después de trabajar para Bank of America, creó en Londres una compañía financiera llamada Medinvest Associates, que quizás, quién sabe, le haya proporcionado tan pingües ganancias como para comprar la casa de seis pisos en Knightsbridge, en la vecindad del palacio de Buckingham.
![]() |
Libia |
Es de imaginar que las universidades, escuelas y academias de Inglaterra están revisando ahora, discretamente, sus vínculos con los clanes en el poder en los agitados países del Medio Oriente. Nadie ha sugerido que todos esos privilegiados discípulos hayan obtenido sus títulos con métodos tan dudosos como el delfín del coronel Gadafi. Pero a la vista de cómo algunos de ellos se han comportado al regresar a sus países, podría concluirse que aprendieron casi nada en esos cursos de filosofía, historia y economía que tomaron en Inglaterra, nada de la fragilidad del poder, nada de la inexorabilidad de los cambios históricos, nada de la patética futilidad de las tiranías, nada de la titánica voluntad de un pueblo desesperado. A Saif al-Islam Gadafi, quien quizás, como las cancillerías occidentales y sus profesores de LSE llegaron a creer, tuvo alguna vez la intención de modernizar Libia, de hacerla cambiar apenas lo suficiente para que lo esencial no cambiara, se le escapó esa oportunidad, y, después de haber sido doctor en Londres, terminará, muy probablemente, como criminal de guerra en La Haya. Tras verlo en televisión, prometiendo acabar a sangre y fuego con la insurrección contra su padre, su antiguo examinador, Lord Desai, dijo al Evening Standard: “Me ha causado decepción su discurso porque él no se está comportando como si hubiera sido educado en LSE”. La inutilidad de esa educación, el rotundo fracaso de los reputados profesores de LSE para impedir que, en el momento culminante de su propia carrera política y de la historia de su país, el antiguo alumno actuara con honor y compasión, o al menos, con pragmatismo y astucia, en vez de obstinadamente defender el reino y el poder de su padre, es francamente escandalosa, y desconsoladora. El daño a la reputación global de la universidad será reparado, la asociación entre LSE y los Gadafi será al final olvidada, pero los cientos de víctimas de la guerra civil libia, de las batallas de Brega y Adjabiya, de los bombardeos de Zawiya y Misrata, de la represión inmisericorde en Trípoli, atormentarán por largo tiempo, uno quisiera creer, la conciencia de varios académicos londinenses.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarAsquea tanta "cagazao" de LSE, como si recién se desayunaran... Pero así es urbi et orbi, y es negocio hacer la vista gorda y pasar página... En 1999, la Universidad Central de Las Villas hizo Doctor Honoris Causa en Ciencias Agrícolas a Alberto Fujimori, tronco de neoliberalista, después incluso de masacrar a los tupamarus en la crisis de los rehenes... Por eso yo, Villa Clara campeón, no hay más ná...
ResponderEliminarSerá que las universidades del antiguo imperio, donde se educaron los criminales de cuello blanco británicos del pasado y el presente, no tienen nada que enseñar a los criminales de las ex colonias europeas.
ResponderEliminarme disculpan si repito este comentario, no se si paso o no
ResponderEliminarEso de los hijos de la elite dictatorial estudie en las mejores universidades europeas o norteamericanas no es nada Nuevo
Ni que el hijo del libio o del egipcio tengan casas hermosas en Londres, aquí en Montreal tiene casa el de Túnez, después de su truene aquí pudo llegar un cuñado con su familia, dicen que Castro tiene propiedades en Chile (se las compró Marambio) y en la madre patria, al final esta siguiendo el mismo comportamiento de otros dictadores, la princesa Mariela viene aquí a Montreal a hacer compras ( de buena tinta dicho por un amigo aquí que sabe del tema) y dicen las malas lenguas que en vida de su madre lo hacían en Paris (herencia materna francesa, no?). Cuantas ordenes José Marti fueron impuestas en La habana o esos satrapas fueron recibidos en gran pompa por la dictadura castrista de Castro (y valga la redundancia)? Como a Mengistu Haile Mariam, Ceasescu, Noriega, el mismo Gadafi y un gran etcétera de asesinos y dictadores, Ahora mismo en sus reflexiones el que abdicó su monarquía a favor de su hermano menor defiende al libio y es incapaz de reconocer todos los asesinatos que está cometiendo, son todos de la misma calaña
alejo