El equipo cubano de fútbol (sí, lectores, esa extraordinaria criatura existe) ha sido noticia en días pasados por su desastrosa actuación en la Copa de Oro, un evento que reúne cada dos años a los jugadores de Norte y Centroamérica, y el Caribe, y cuya edición del 2011 está todavía siendo disputada en varias ciudades de Estados Unidos. Los cubanitos perdieron 5-0 con México, sufrieron otro 5-0 con la potentísima escuadra de Costa Rica, y cerraron su actuación con un humillante 6-1 frente a los indetenibles pelés y maradonas de El Salvador. Menos mal que terminó en ese punto su participación en la Copa, y no tuvieron que jugar además con otras superpotencias como Honduras o la Guadalupe.
Incluso para Granma, el inflexiblemente optimista diario del Partido, estas tres derrotas, con marcadores tan imperialistas, resultaron intolerables. Durante medio siglo, siguiendo las instrucciones de su fundador, Granma ha hecho un arte de representar las más severas catástrofes nacionales como fulgurantes victorias. Cada ciclón que ha atravesado la isla, dejando sin palmas las llanuras cubanas, destruyendo las casas de miles de infelices guajiros, y derrumbando de una sola ráfaga cien edificios en La Habana, ha sido reportado como un triunfo de nuestra meticulosa organización para enfrentar y resistir los desastres de la naturaleza. Cada cosecha que, milagrosamente, produce tres papas o cinco piñas más que la del año anterior, es celebrada por Granma como evidencia indestructible de que una época de rozagante abundancia y gordinflona prosperidad está a punto de llegar a la isla. Inevitablemente, cada derrota de los equipos nacionales o de nuestros más ilustres atletas en competencias mundiales, ha sido declarada una victoria moral, descarado eufemismo que, traducido al buen cubano, ese jovial esperanto de nuestro pueblo, significa: “Nos dieron una paliza, pero nadie se quedó”. “¡Para el honor, medalla de oro!”, exclamó Fidel, cheerleader en jefe, cuando los equipos cubanos regresaron de las Olimpiadas de Beijing en el 2008, con solo dos medallas de oro y el lugar 28 en la tabla de las naciones. Fue un desastre, Cuba había ocupado el lugar 11, con 9 medallas de oro, solo cuatro años antes, en las Olimpiadas de Atenas. Desde su lecho de enfermo, Fidel masculló una explicación: “Nos hemos dormido sobre los laureles”, admitió. Pero, fiel a su costumbre, trató de trocar el revés por su opuesto. “Recibamos a nuestros deportistas olímpicos en todos los rincones del país. Resaltemos su dignidad y sus méritos. Hagamos por ellos lo que esté a nuestro alcance”. Como si no fuera suficiente su derrota olímpica en Beijing, los infortunados atletas cubanos fueron sometidos a la tortura china de una fiesta cederista, la titiritesca celebración popular de una supuesta victoria política, con los habituales personajes de esa tropical Commedia dell’arte, la pionerita que entrega flores a los héroes, la matrona revolucionaria que sirve bien medidas raciones de ensalada o caldosa, el locuaz orador que pronuncia un exuberante discursillo y da vivas estentóreos a Fidel y Raúl. El equipo cubano de fútbol que participó en la Copa de Oro ha escapado al menos de ese horror. Podemos estar seguros de que en ningún CDR la ignominiosa derrota frente a El Salvador ha sido celebrada como una victoria moral o un triunfo más del deporte revolucionario. Granma, con inusual intemperancia, calificó la actuación cubana de “deplorable” y “bochornosa”. Trabajadores, finamente, usó la misma palabra, “deplorable”. Hasta el discretísimo Tribuna de La Habana tuvo algo que decir. El periodista Aliet Arzola musitó una duda que no parecía estrictamente deportiva: “A veces me pregunto a dónde va el fútbol cubano. ¿Se ha pensado realmente un camino para el futuro, o simplemente la nave marcha a la deriva?”
Ninguno de los tres periódicos mencionó el nombre de Yosniel Mesa, un jugador de 30 años que abandonó al equipo cubano justo antes del fatal partido contra México, en Charlotte, Carolina del Norte. La deserción de ese jugador, que escapó por la escalera de incendios del hotel donde se hospedaba el equipo de la isla, como si fuera Edmundo Dantés escapando del Castillo de If, no tuvo consecuencia deportiva alguna, puesto que Cuba hubiera sido aniquilada por México incluso si dos Yosniel, no solo uno, hubieran alineado aquel día. Los cubanos, pobrecitos, salieron al campo frente a un equipo escandalosamente superior, liderado por Javier Hernández, Chicharito, un chiquillo de 23 años que anotó esta temporada veinte goles para el Manchester United, campeón de Inglaterra, incluyendo el que hundió al anterior titular, el Chelsea, en el penúltimo partido de la Premiership. Chicharito Hernández marcó dos de los goles de México contra Cuba, uno de ellos un remate facilísimo desde el centro del área frente a la portería que ninguno de los jugadores cubanos, ya entonces exhaustos, siquiera trató de impedir. Gracias a Chicharito, muy popular en Inglaterra, la inepta escuadra cubana apareció al día siguiente en las noticias de la BBC, algo que no se repetirá, previsiblemente, en lo que queda de este siglo. Seamos francos, Cuba no va a ser nunca campeón mundial de fútbol, y quizás, ni siquiera panamericano, o de la Copa de Oro. No, ni en este milenio, ni en el próximo, y después, ya no importará, estará apagado el sol o se habrá hundido Cuba en el mar. En realidad, a Cuba no le hace ninguna falta ser campeón en fútbol, o, ya que vamos al caso, en béisbol o voleibol o balonmano, o ningún otro deporte. Los triunfos deportivos no producen, según es fácil observar, perdurable felicidad a las naciones. Costa Rica, que sorprendemente registró el más alto grado de satisfacción individual en el Índice de Desarrollo Humano del 2010, nunca ha sido, que sepamos, campeona de nada, aunque, como hemos visto, pueda darle a Cuba, en fútbol, dos vueltas y media. El país que reportó el año pasado el segundo más alto grado de satisfacción, Dinamarca, encalló en el lugar 30 de la tabla de naciones en Beijing, dos sitios detrás de Cuba, con una magra colección de siete medallas, y solo dos de oro. La pequeña Nueva Zelanda superó a Cuba en la tabla de Beijing por solo una medalla de oro más, fue vigésimo quinta, pero ocupó el tercer lugar en la lista principal del Índice de Desarrollo Humano, detrás solo de Noruega y Australia. Y los noruegos, que viven, según esa lista, en el país más armoniosamente desarrollado del mundo, se conformaron, con boreal parsimonia, con el pálido lugar 22 en Beijing.
Cualquiera podría argüir, no obstante, que ciertas atronadoras victorias deportivas son capaces de proporcionar a los admiradores de un equipo o un atleta casi insensata felicidad. El verano pasado, decenas de miles de españoles salieron al centro de Londres a celebrar la gloriosa victoria de su equipo en la Copa del Mundo de Sudáfrica. Había casi más gente que en Madrid, chapoteando en las fuentes de Trafalgar Square, o encaramados en la estatua de Eros en Picadilly Circus, que resultó malherida. La multitud, delirando, balaba: “¡Yo soy español, español, español!” Y a coro, con voz de Manolo Escobar: “¡Que viva España!” Otra turba ibérica tomó el centro de Londres y volvió a dañar a Eros hace unas semanas cuando el Barcelona derrotó al Manchester en la final de la Champions League, sin que nada pudiera hacer Chicharito Hernández. A pesar de sentir la más profunda alarma por la suerte de Eros, y de detestar, generalmente, cualquier forma de vanidad nacionalista, no pude evitar una molesta punzada de envidia hacia los participantes en aquel descocado jolgorio patriótico. Imaginé una fiesta semejante en La Habana, la frenética, vanvanesca celebración de nuestra primera Copa del Mundo de Fútbol, la multitud en el Malecón, los chiquillos subidos al caballo de Maceo, y a las columnas del monumento del Maine, la gente tirándose al mar, de pura felicidad, y no para nadar 90 millas. Deseché la idea. Nunca vamos a ganar el Mundial de Fútbol, ya dije, y aunque lo ganáramos, si vendiéramos Pinar del Río con todos sus habitantes para comprar a Lionel Messi y Cristiano Ronaldo, nunca nos dejarían formar ese relajo en el Malecón. La felicidad la organizarían los CDR.
Los españoles siempre recordarán su victoria en Johannesburgo, el gol decisivo de Andrés Iniesta frente a Holanda, y el beso novelesco de Iker Casillas y Sarah Carbonero, pero la alegría de aquel día se ha diluido en la crisis presente, cayó en el pozo ciego del paro, los indignados se sentaron sobre ella en la Puerta del Sol. El fútbol no es asunto tan importante, no debemos perder el sueño por nuestra aparente incapacidad para jugarlo bien, como no lo pierden Estonia, Bostwana y las Maldivas, países que tampoco ganarán nunca la Copa del Mundo y no parecen particularmente molestos por ello. Granma, sin embargo, no quiere darse por vencida. El periodista Oscar Sánchez ha dicho que la verdadera culpa de la debacle no hay que ubicarla “en concepciones tácticas, errores de la dirección de la escuadra, falta de roce internacional o en la calidad de los contrarios”, y rechazó que el remedio sea contratar a un avezado técnico del fútbol internacional, aunque es de presumir que el presupuesto del INDER no alcanzaría para arrebatarle al Barcelona Pep Guardiola, al Madrid el insufrible José Mourinho, o al Chelsea su nuevo manager, André Villas-Boas, que ha firmado esta semana un contrato millonario con el club londinense. Sánchez propone “una fórmula socialista de organización, que con el concurso de nuestros especialistas en administración deportiva, específicamente en organización y programación del deporte, integre un movimiento capaz de convertirse en un fenómeno social”. Más detalles: “Podría hablarse de un proyecto en el cual participe no solo el INDER, sino también el sistema nacional de enseñanza, el sector empresarial, las organizaciones de masas, con el objetivo de estructurar un calendario competitivo que represente a las instituciones, sean escolares, laborales o comunitarias”. Suena como si los CDR fueran a estar involucrados también en este proyecto de Sánchez, lo cual no augura nada bueno para el fútbol cubano. Francamente, ¿no sería mejor dejar que el fútbol cubano se las arregle solo, como en cualquier otro país? ¿No sería quizás una buena idea dejar que el fútbol, y los otros deportes, se desarrollen con libertad, con apoyo y solidaridad del Estado, si hiciera falta, pero sin su tiránico control, que los equipos se organicen naturalmente, que los jugadores se asocien a clubes domésticos o extranjeros según sus preferencias y su talento, y que solo una federación nacional tenga autoridad sobre los campeonatos y el equipo encargado de representar al país? Debería ser experimentada, por una vez, esa fórmula simplísima, dejar que la gente adopte las formas de organización que prefiera, que descubran por sí mismos cómo les conviene, y les gusta más, jugar fútbol, hacer amigos, encontrar pareja sexual, hablar de política o ser representados en el gobierno.
Por suerte, ese proyecto supuestamente socialista del reportero Sánchez para rescatar el fútbol cubano tiene escasísimas posibilidades de ser adoptado por las autoridades de la isla, que están cortando el presupuesto y el personal del Estado, no expandiéndolos, y a las que les importa un pepino el fútbol, una caso perdido, y se contentarían con la resurrección del equipo nacional de béisbol, o, si lo primero no fuera posible, la de los de voleibol, todos muy venidos a menos. En las últimas semanas, Alfonso Urquiola, un afamado ex segunda base, fue nombrado director de algo llamado “selección absoluta” de béisbol, un mega equipo del que serán seleccionados los jugadores que representarán a Cuba en cada torneo. Nadie sabe si esta idea va a dar fruto, pero poco importa, nada se pierde con probar, puesto que las variantes que se han adoptado en años recientes no han sido precisamente exitosas. Más sorprendente ha sido la designación de Eugenio George, el distinguidísimo ex entrenador del equipo cubano femenino de voleibol, como presidente de la federación nacional de ese deporte. George, que fue despojado de su autoridad al frente de sus sublimes jugadoras después de las Olimpiadas de Atenas, por causas nunca honestamente explicadas, ha sido traído de vuelta a sus 75 años, una decisión que revela que las autoridades deportivas cubanas están desesperadas por insuflarle algo de vida a un equipo que fue casi imbatible, y ahora no es siquiera campeón del Caribe. En lo que a mí respecta, el regreso de Eugenio George me ha infundido cierta frágil esperanza en una recuperación del voleibol cubano, y me he apresurado a comprar entradas para el campeonato olímpico en Londres 2012, aunque parece muy difícil que nuestros equipos lleguen al juego final. Si no llegan, hincharé por Brasil.
Si esos inspirados nombramientos no dan inmediatos frutos, el INDER podría imitar en esos deportes, y sobre todo en el fútbol, los métodos de la República Popular Democrática de Corea, el único país con un sistema político comunista que estuvo representado en la Copa del Mundo de Sudáfrica. Nadie podría decir que los jugadores norcoreanos no se esforzaron, tratando de reparar con dedicación la parquedad de su talento. Llegaron a marcarle un gol a Brasil, un acontecimiento que Kim Jong Il celebró con la misma alegría con que recibiría la noticia de la rendición incondicional de sus tercos vecinos del sur. Después de esa cuasi victoria, el Querido Líder, como se recordará, tuvo un insólito acto de generosidad con su pueblo, y permitió la primera transmisión en vivo de un partido internacional de fútbol en la historia de la república kimsunilista, la del juego entre la RPDC y Portugal. Desdichadamente, Portugal trató a Corea del Norte como El Salvador a Cuba, y la arrolló con un 7-0. Costa de Marfil remató al desdichado equipo asiático con un 3-0. De vuelta en Pyongyang, los jugadores y sus entrenadores fueron conducidos al Palacio de la Cultura y sometidos a una prolongado juicio moral. El entrenador, el desventurado Kim Jong-hun, fue acusado de traicionar al Querido Líder, y de haber perdido la “batalla ideológica” de Sudáfrica. Los jugadores fueron conminados a denunciar al entrenador, que fue finalmente expulsado del Partido de los Trabajadores y condenado a trabajar en la construcción. Todo muy poca cosa, de acuerdo con la tradición norcoreana. “En el pasado, los atletas y entrenadores norcoreanos que tenían malos resultados en competencias internacionales eran enviados a campos de trabajo forzado”, dijo al periódico Chosun Ilbo, de Seúl, un oficial de la inteligencia de Corea del Sur. Es improbable que esa singular estrategia, aniquilar física y moralmente a sus propios jugadores y técnicos, vaya a conducir a Corea del Norte a una victoria sobre Brasil en la próxima Copa del Mundo, pero, si clasifican para el campeonato, esos aterrados jugadores correrán de un lado al otro del campo sin descansar ni un segundo, perseguirán la pelota hasta caer muertos. Si los jugadores cubanos hubieran hecho al menos eso en la Copa de Oro, Granma habría podido atribuirles una espartana victoria moral.
El fútbol cubano no tiene remedio, deberíamos aceptarlo de una vez por todas. Quizás todavía tengan cura el béisbol, el voleibol, el atletismo, el boxeo, y otros juegos en los que Cuba solía ser especialmente hábil. Deberíamos ajustar, de todas maneras, nuestras expectativas, la idea que tenemos de nuestra capacidad, talento y méritos, nuestra evaluación del papel y la posición de la isla en el mundo. Los formidables triunfos del deporte socialista cubano en décadas pasadas nos han hecho creer que es natural que un país tan pequeño y pobre como Cuba aparezca en el quinto lugar de la tabla olímpica de naciones, como en Barcelona 92, o incluso en el noveno, como en Sidney 2000. Esas victorias, conseguidas en una época cubana distinta, de progreso y movilidad social, o como herencia de ella, no podrían ser replicadas ahora, en fase de decadencia y dispersión, y sin mucho que heredar ya. Deberíamos comenzar a aceptar que en los deportes, como en la política mundial, o la diplomacia, o las artes, nuestro rol actual es mucho menor que el que todavía a veces creemos tener, y que Fidel, y su Granma, nos dicen que aún tenemos. En el futuro, las victorias deportivas de Cuba serán más escasas, llegarán menos frecuentemente, y serán por eso, quizás, mucho más preciadas. A lo mejor, un día, por una de esas rarísimas victorias (¡primer cubano que gana Wimbledon!, ¡medalla de oro en los cien metros planos de las Olimpiadas de Kuala Lumpur 2032!, ¡victoria de los Industriales en la Copa de Campeones de América!), saldremos al Malecón a celebrar, espontáneamente, sin que nadie nos dé permiso. Mientras tanto, quizás sea bueno, después de todo, que nuestro equipo de fútbol siga perdiendo partidos, tan abultadamente, hasta con pequeñas naciones centroamericanas. Es conveniente, es útil. Nos baja a tierra, nos pone en nuestro justo sitio.
El fútbol cubano no tiene remedio, deberíamos aceptarlo de una vez por todas. Quizás todavía tengan cura el béisbol, el voleibol, el atletismo, el boxeo, y otros juegos en los que Cuba solía ser especialmente hábil. Deberíamos ajustar, de todas maneras, nuestras expectativas, la idea que tenemos de nuestra capacidad, talento y méritos, nuestra evaluación del papel y la posición de la isla en el mundo. Los formidables triunfos del deporte socialista cubano en décadas pasadas nos han hecho creer que es natural que un país tan pequeño y pobre como Cuba aparezca en el quinto lugar de la tabla olímpica de naciones, como en Barcelona 92, o incluso en el noveno, como en Sidney 2000. Esas victorias, conseguidas en una época cubana distinta, de progreso y movilidad social, o como herencia de ella, no podrían ser replicadas ahora, en fase de decadencia y dispersión, y sin mucho que heredar ya. Deberíamos comenzar a aceptar que en los deportes, como en la política mundial, o la diplomacia, o las artes, nuestro rol actual es mucho menor que el que todavía a veces creemos tener, y que Fidel, y su Granma, nos dicen que aún tenemos. En el futuro, las victorias deportivas de Cuba serán más escasas, llegarán menos frecuentemente, y serán por eso, quizás, mucho más preciadas. A lo mejor, un día, por una de esas rarísimas victorias (¡primer cubano que gana Wimbledon!, ¡medalla de oro en los cien metros planos de las Olimpiadas de Kuala Lumpur 2032!, ¡victoria de los Industriales en la Copa de Campeones de América!), saldremos al Malecón a celebrar, espontáneamente, sin que nadie nos dé permiso. Mientras tanto, quizás sea bueno, después de todo, que nuestro equipo de fútbol siga perdiendo partidos, tan abultadamente, hasta con pequeñas naciones centroamericanas. Es conveniente, es útil. Nos baja a tierra, nos pone en nuestro justo sitio.
Pane et circus, pero se acabó la harina... Quizás la Federación cubana de fútbol, presidida por Luis Hernández per secula seculorum, debería rendir cuentas sobre el uso del millón de dólares anual del Proyecto Gol de la FIFA... O asimilar de una vez el diagnóstico que dio Miguel Company, aquel peruano que dirigió al once cubano con algo de éxito: "Si el cubano sale a topar una vez al año a Trinidad y tobago, y solamente está pensando en cómo vender la caja de tabaco para comprarse el DVD, jamás podrá concentrarse en jugar buen fútbol". Dayron gana porque compite al máximo nivel y contra los mejores... ¿por qué los demás no?
ResponderEliminar¡Qué grande eres, Juan O! Me aterra la idea de la fórmula socialista... Sí, nos hace falta poner pie en tierra, sobre todo al máximo líder (aún y en la sombra) y al vocero de su partido.
ResponderEliminarWaooooooooo!!!! Excelente y delicioso desde la primera línea hasta la última!!!!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarEs increíble como una persona como tú puede escribir tan bien, ser referencia para muchos y te hayas convertido tan crítico, sin matices, con el propio país donde naciste, donde viven tu hermana y tu madre, donde murió un padre tan humilde como el tuyo.
ResponderEliminarEs como si tuvieras un odio visceral por algo que pudo hacerte mucho daño, pero que en lugar de identificar con la persona que te lo hizo, metes a Cuba entera, donde vivimos amigos, gente que te admiramos y que poco a poco no entendemos cómo Juan Orlando Pérez ha cambiado tanto, de revolucionario convencido a charlatán inglés anticubano.
Y te habla alguien que te conoce bien. Ten valor para publicar esto. Y una aclaración, lo de Eugenio no fue en Atenas, sino en Atlanta 1996. Y las Morenas del Caribe son hoy las campeonas de los Juegos Panamericanos de Río de Janeiro 2007 en un partidazo. Parece mentira que pifies en algo tan elemental para ti.
Si todavía queda algo del Juan Orlando que conocimos todos en La Habana, o como tú la llamas hoy, ten valor para reconocerte a ti mismo.
Es increíble. Lo de mi anonimato es solo para ver si al menos te dignas a publicar esto y responderlo a tu forma, el mismo que conocimos todos en una Facultad hablando de periodismo y de verdades, no utilizando el periodismo y el talento para transformar los hechos noticiosos en verdades a medias. Ese periodismo nunca lo enseñaste.
todavia no he leido nada aqui que exprese odio visceral por Cuba por nuestro pais es por el gobierno que ha llevado a este estado de bancarrota al pueblo de cuba. Hoy por hay los mismos que dicen van a conducir los cambios que necesita el pais para salir de la crisis son los que la candujeron a este estado insalvable. Todos sabemos que ya no hay salvacion posible se acabo y ante esta realidad solo queda represion mas tirania secuetro de todos los derechos ciudadanos por la cupula que desgobierna a la espera de la piñata que inexorablemente caers sobre lo queda en el pais. Claro que tiene que haber mucha frstracion y rabia ver lo que se ha convertido nuestro pais por el pueblo pagando con la carcel la represion y el miedo las purgas del gobierno que ahora quiere reparar lo que el mismo creo ahora todos los cubanos son corruptos y ladrones donde han esquilmado al pobre estado benefactor pero quienes son en realidad los ladrones los despilfarradores el propio gobierno y sus principales lideres incluido el gran lider que sin dar cuentas a nadie regalaba todo lo que le daba la gana y hacia y deshacia como el omnipotente el unico que pensaba el resto a obedecer hasta en su demencia enseño q cocinar arroz a las ignorantes amas de casa
ResponderEliminarAl Anónimo de las 6:59.
ResponderEliminarGracias, primero, por leer el blog. Como ves, no he quitado tu nota. Me da gracia tu desafío, ese "atrévete a publicar esto". Aquí está tu comentario, entero, incluyendo ese simpático insulto, "charlatán inglés anticubano". ¿Por qué lo iba a quitar? Es tan cómico.
Parece que me conoces, o algo sabes, en efecto, de mí. A mi familia, no la menciones. Ten la decencia de no referirte a ellos, tú no los conoces, no tienes derecho siquiera a mencionarlos. De mí, puedes decir lo que quieras, pero mencionar a mi madre, a mi hermana, o a mi padre muerto, es una vileza. Eso no es nada cómico.
Lamento que no entiendas mis artículos. Solo puedo atribuir tu reacción a un malentendido. En mis artículos no hay odio ni rencor, dos sentimientos que ni siquiera comprendo, y que, aunque puedan ser, en ocasiones, justificados, me parecen en general una pérdida de tiempo. Escribo sobre Cuba con perplejidad, a veces con indignación, y siempre con nostalgia, por la Cuba de mi pasado (insistentemente, dolorosamente recordada) y por la Cuba posible, la mejor que podamos imaginar, que, cada día, se vuelve más inalcanzable.
Sobre Eugenio, seguramente tienes razón, mi memoria, que está repleta de disparates y recuerdos inútiles, debe haberme traicionado. Revisé Granma cuando escribí este artículo, busqué la nota anunciando la "liberación" de Eugenio de sus responsabilidades. No la encontré, en ninguna publicación cubana, debe haber sido borrada. Revisé la página de la Federación Mundial, y encontré la ficha técnica del partido por el bronce en Atenas 2004, en el que Eugenio aparece como asistente del entrenador, Luis Felipe Calderón. Supuse que esa ficha confirmaba mi recuerdo, que la destitución de Eugenio fue posterior a Atenas. Si es un error, me excuso ante los lectores de Juan Sin Nada. Eso no cambia, sin embargo, el sentido del artículo. Y sí, sé que las Morenas ganaron los Panamericanos del 2007, pero mi artículo alude al Campeonato Norte, Centroamericano y del Caribe (NORCECA) del 2009, en el que las cubanas fueron terceras, detrás de la República Dominicana y Puerto Rico. Por eso, dije, ya no son siquiera campeonas del Caribe.
¿Notas algo? Podemos, y debemos, hablar y debatir sobre los hechos, no sobre el periodista que los reporta. Si encuentras argumentos o datos para impugnar el sentido o las conclusiones de un artículo, refiérete a ellos, no uses lo que sabes del periodista para agredirlo. Lo demás, los insultos, sobra, hace daño, no sirve a nadie, es una tontería, es indigno de mí, y de un alumno mío, si es que, en efecto, lo fuiste.
JO, no te dejes provocar por nadie de los que aún dicen defender no sé muy bien qué...o que tú traicionas no se sabe tampoco qué...
ResponderEliminarNadie sabe ya lo que hay allí, en aquel triste país nuestro... ni como alguien pueda aún defender sinceramente lo hace tanto tiempo indefendible.
Un abrazo enorme!!!
Profesor, ya estaban tardando en enviarle a los perros. Comparto la opinión de Ileana, no se deje provocar. Sus artículos son tan deliciosos (todavía pienso en la primera línea de este y me muero de risa) y geniales que no se puede ir contra ellos. Por eso utilizan la única táctica que conocen, la de herir e intentar humillar al ser humano, la que usted mismo explicaba en Agentes de la CIA. Usted da la cara y sostiene sus opiniones, y todos sabemos el precio que tiene eso. Los que ofenden no pueden dar la cara. Qué triste debe ser "defender (ofender) una idea" y ni siquiera tener el valor para dejar el nombre??
ResponderEliminarEn qué nos hemos convertido????
Qué asco de país tenemos!!!!!
"Lo de mi anonimato es solo para ver si al menos te dignas a publicar esto"
ResponderEliminarBueno y ahora qué??????
Ahora tendrás lo que hay que tener para dar la cara?????
Amigo, sabes que estoy algo paranoica. No creo que fuese un alumno tuyo, y sí alguien que sabe que fuiste profesor de la Facultad. Y que antes probablemente firmaba aquí con su nombre, y ahora ha preferido dejar de hacerlo.
ResponderEliminarDe cualquier forma, el anonimato es de cobardes. O de quien no tiene argumentos, y solo forma parte del séquito adulador.
Un beso muy grande,
Ania
Juan,, a traves de un amigo tuve acceso a tu blog y durante mis ratos libres he leido una buena parte de lo que has escrito y por supuesto publicado,aun cuando reconosco en ti una pluma afilada y una mente inteligente, me llama muchisimo la atencion tus enormes niveles de frustracion con relacion a la vida( tu vida),para ti todo es imperfecto y cuestionable,,Me gustaria preguntarte? Alguna ves te has preguntado que has hecho tu para ayudar a revertir todo ese cumulo de imperfecciones,, no te conosco,,pero no necesito hacerlo,tu pesimismo y falta de valor para participar ,me harian perder mi tiempo y a ese si le doy mucho valor.Soy de los que prefiero desde dentro ayudar en lo que pueda a resolver el problema, por que tambien creo que la carrera de CRITICON,es la unica que no tiene examenes de ingreso ni pruebas finales.Ojala que llegue el dia en que se cumplan tus sueños y puedas regresar a Cuba siendo JUAN CON TODO,,, pero te aseguro que te sentiras muy mal cuando tengas que bajar la cabeza ante los que fueron DECISON Y CONSECUENCIAS en sus vidas.LASTIMA DE INTELIGENCIA!!!!!
ResponderEliminarHumberto: escribir con la pluma afilada y la mente inteligente es PARTICIPAR.
ResponderEliminar¿O no es esa la forma en que participan los periodistas, los intelectuales, los escritores... en el debate público y en la construcción de la sociedad civil? Cada uno hace lo que mejor sabe. Y Juan Orlando lo hace mejor que muchos: con inteligencia, con talento y con honestidad. Tres cosas que no tiene la prensa oficial cubana.
Y con respecto a las opiniones sobre la vida privada o la felicidad personal de cada cual, da mucha pena que sea el único argumento o forma de insultar que os queda.
J.O: Ante todo un saludo. Te escribe un alumno tuyo, Joel. Hace un tiempo descubrí tu página por amigos en común que tenemos: Yuri, Charly, Luis Raúl, etc. Prefiero decirte J.O, porque así te decíamos todos tus alumnos desde el primer año que tuvimos el placer y el orgullo de que fueras nuestro profesor de Prensa Escrita. ¿Lo recuerdas?
ResponderEliminarNo me había animado a comentarte nada porque mi tiempo es escaso (tengo dos niñas) y cuando tengo unas horitas, pues he leído de vez en cuando tus post con la máxima de respetar tus puntos de vista, al tiempo que aprendía y me deleitaba con tu prosa, tu forma de hacer periodismo.
Creo que el anónimo que escribió no fue tu alumno, o quizás sí (de los que llevaste recio en las calificaciones, ja, ja, ja), pero fue de muy mal gusto haber usado el tema personal para discrepar o no estar de acuerdo con alguna idea que expones.
En lo personal recibe mis afectos y aunque pueda no compartir del todo algunos enfoques que he leído en tus post, los voy a respetar siempre, tal y como respetaste tú mis críticas, tanto en trabajos periodísticos que te entregué como en las decenas de veces que conversamos en el portal de la Facultad. ¿Cómo olvidar que tú y Guanche fueron los gestores de un número especial de Alma Mater, de fin de siglo, en el cual tuve la misión de escribir un reportaje sobre el 5 de agosto de 1994, solo publicado en esa revista?
Me he extendido un poco porque me llamó la atención tantos comentarios en este post, donde si me hubieras consultado quizás te hubiera ayudado con el "errorcito" de Eugenio.
J.O, me puedes escribir cuando quieras y lejos de debates ideológicos o de guerras de email (algo de moda hoy en Internet y en blog como los tuyos) yo me siento cubano como tú, aunque podamos tener puntos de vista comunes y otros contrarios.
Tampoco es bueno los extremos, los que permanecemos aqui haciendo periodismo tenemos valores, ideas y pensamientos tan o más críticos y revolucionarios que muchos que nos tildan de pasivos o sumisos. Cuba somos todos, los de aquí y los de allá. Por ahí debe estar el mejor camino.
Saludos e intentaré leer más a menudo tu página. Yo sí fui tu alumno y no me averguenza de decirlo ahora y siempre. Un abrazo.
ILEANA,,,No tengo dudas,seras la FLAMANTE secretaria de JUAN CON TODO,pero tampoco tengo dudas de que no sera en CUBA.Respeto mucho el trabajo de los periodistas, escritores e intelectuales para no percatarme de el importantisimo papel que juegan en cualquier sociedad,solo que prefiero el que desde dentro se hace, y sobre todo el que realmente transmite la sincera y valiente intencion de contribuir a la solucion de los problemas.No creo haber insultado a tu IDOLO,solo le dije que sus escritos en muchos casos transmiten sus muchisimas frustraciones y eso no permite un analisis imparcial y justo.Solo eso.Lamento haberte molestado pero el solo hecho de reconocerlo constituye mi mayor verdad.AHHHH!!!! lo olvidaba,,soy de Santa Clara y conoci por mas de 27 años a JUAN WILFREDO SOTO GARCIA.
ResponderEliminarJ, hacía varios post no entraba en tu blog. Pero hoy descubrí tu nota en Facebook sobre cierto debate...
ResponderEliminarSolo veo que un Anónimo y otro mal ortografiado sujeto han querido insultarte. No te conocen, no saben de tu amor por Cuba, no tienen -perdón a los tímpanos finos- ni la más puta idea de cuánto hiciste para formar buenos periodistas, para que luego muchos se convirtieran en repetidores del peor periodismo oficialista. En fin, como escribiste en algún lugar... ¡Allá ellos!
El fútbol en Cuba es un (mal) chiste, el deporte de alto rendimiento una carga sobre el presupuesto estatal -o sea, sobre el bolsillo de los trabajadores-, que debería, si no desaparecer, al menos reducirse al mínimo indispensable. En este país necesitamos medallas económicas, no glorias olímpicas.
Y solo un señalamiento, pero perdonado porque ya no vives en Cuba. Hace dos años los habaneros salieron espontáneamente a la calle a celebrar el triunfo de Industriales en la SN. Aquello me llenó de esperanza. Mas la SN pasada fue un auténtico desastre, a pesar del esfuerzo de nuestros aguerridos y cada día peor preparados peloteros.
Julita Osendi, que antes del documental sobre el triunfo pinareño no escatimó en elogios, ayer calificó de "decepcionante" al equipo de béisbol que nos representa en Holanda.
Al fútbol cubano y al resto de los deportes de la Isla hay que darle libertad de participación en clubes o lo que sea por allá fuera. Olvidarse de cierto padreísmo sobre protector bajo el eslogan de DEPORTE REVOLUCIONARIO y jugar.
ResponderEliminarJ.O, voy a nombrarte como hacen tus alumnos, algo que me gustaría haber experimentado, lo que has expuesto lo valoro de transparente y certero, al margen de criterios encontrados con anónimo y el santaclareño amiguito del tal Wilfredo Soto García, me pregunto como pueden ellos rebatir tales argumentos. Coincido con Joel, quizás no coincida con tigo J.O en todos los puntos de vistas, pero, por lo que a mi respecta, en casi todos te extiendo la mano, porque nuestro deporte está viviendo un via crucis que ojalá algún día diga adiós; pero para eso hay que repensar muy bien esas estrategias socialistas que en honor a la verdad no dan la cuenta.
Soy cubano y vivo en la Isla y por tanto me arrogo el derecho de ser crítico y no adoptar una actitud pasiva ante los problemas, independientemente de ser consecuente con mi Cuba.
Mi muy querido Juan O., tú eres y serás por siempre el orgullo de nuestra graduación. Bien sabes que no siempre estuvimos de acuerdo en todo y muchas veces te decía "Juan O., por favor" cuando discrepaba contigo casi siempre de política. Contigo compartí por cinco difíciles años, muchos sueños y necesidades. Como me escribiste hace unos meses recordando “el tiempo en que éramos muy jóvenes, muy flacos, muy pobres, con los zapatos rotos y solo diez pesos (en el mejor de los días) en el bolsillo. Y toda la vida estaba por delante. Ya no está toda la vida por delante, un trozo importante ya lo hemos gastado. Pero estoy seguro de que nos volveremos a ver algún día (en Miami, en Londres, o quién sabe, a lo mejor en La Habana, en Fontanar) y me volveré a reír contigo, de tus ocurrencias, tus chistes, tus majaderías, y tú volverás a mirarme como me mirabas cuando yo decía algo tremendamente estúpido.” Tú nunca dijiste algo estúpido. Simplemente que no siempre coincidíamos en todo.
ResponderEliminarPor otra parte, es muy lamentable que los compañeros Anónimo y Humberto te malinterpreten y te insulten sin argumentos. He leído todos tus artículos sábado tras sábado y nunca he asociado tus críticas al gobierno cubano con un odio visceral por nuestra isla. De tu pluma sólo se percibe un profundo amor por nuestra patria y el deseo, cada vez más lejano, de un futuro mejor. Creo que podemos debatir ideas, sin ofensas ni amenazas, como las que algunos han escrito en tu blog. La patria es de todos, no sólo de los usurpadores. Nadie tiene el derecho a gobernar un país por más de medio siglo aunque se tengan muy buenas intenciones, y en este caso no han sido muy buenas. Patria no es sinónimo de revolución. Juan O., te quiero y respeto aún más. Sólo espero verte muy pronto y poder saludarte y abrazarte al igual que al resto de nuestros amigos y amigas de nuestra graduación.
Tienes mucha razón, Humberto, por eso los textos que Martí escribía desde el exilio no tienen ninguna validez en la construcción de la cultura nacional.
ResponderEliminarNo hace falta rebatir a estos ignorantes: sus propias palabras los definen.
Ya quisieras tú llegar a la chancleta de Juan Orlando o de Ileana.
MARTI vs JUAN O,,,,, INTERESANTE !!!!! JAJAJAJA
ResponderEliminarHum! Berto, lo tuyo es de risa.
ResponderEliminarSigue así, que entre puyita y puyita te vas a ir en puro viento, sin darte cuenta.
Humbertico, aprendiz de humillador baratico, como precario y engañoso es lo que representas. ¡Cuántos y cuántos como tú hemos visto en estos 50 años! ¡Cuántos han pasado de esa prepotencia, de las aparentes certezas absolutistas, a terminar emigrados a otro país, por voluntad propia debida al hambre, o por ser defenestrado cuando ya como perrito no le sirves de nada al amo absoluto! ¿Te has preguntado alguna vez, Humbe, cuál es la vida útil de los servidores de los Castro?
YA LO DIJISTES, 50 AÑOS,, Y LOS QUE FALTAN JAJAJAJA,,,, AH!!!! Y GRACIAS POR TUS PIROPOS
ResponderEliminarHORA DE ACLARACIONES: JUAN O,, POR LAS RAZONES QUE HAYAS CONSIDERADO, TE AGRADESCO EL RESPETO QUE HAS DEMOSTRADO POR MI COMENTARIO INICIAL,REALMENTE ES UN GESTO A LA ALTURA DE TU CAPACIDAD,,, NO HA SIDO ASI CON LOS QUE SUPUESTAMENTE INTEGRAN EL haren QUE NI TU MISMO TE PROPUSISTE CONSTRUIR,PERO BUENO ¨¨ EXISTE DE TODO EN LA VIÑA DEL SEÑOR¨¨. ES GRACIOSO, SOY UN EMIGRADO EN OTRO PAIS,PERO NO POR LAS RAZONES QUE anonimo ENUMERA. CUAL FUE MI PECADO? DECIRTE QUE ,,, CONSIDERABA QUE TUS FRUASTRACIONES PERSONALES, LAS HACIAS DEMASIADO EVIDENTES EN TUS TRABAJOS Y QUE ESO NO PERMITIA ANALISIS JUSTOS Y MESURADOS? OKEY, ESTOY ABIERTO AL DEBATE, PERO CONTIGO, ME CANSE DE LAS CARICIAS DE TUS FANS,,,JAJAJAJA.TE PUEDO ASEGURAR QUE MI COMENTARIO INICIAL,ESTABA TOTALMENTE DESPROVISTO DE 2das INTENCIONES,,!!!! LUEGO HABLAN DE PERRITOS AL SERVICIO DE LOS CASTROS!!! QUE PAIS. ah!!! SI ME LO PERMITEN SEGUIRE USANDO EL NICK QUE ME REGALO anonimo,SIEMPRE ESCRIBI CON MI NOMBRE,PERO DE VERAS QUE ME GUSTO MUCHO EL QUE EL ME BUSCO( SOY MUY AGRADECIDO). OTRO DETALLE.... NI REMOTAMENTE SOY PERIODISTA,INTELECTUAL NI ESCRITOR,ESO, PIENSO QUE ES BIEN EVIDENTE, POR TAL RAZON MIS CARENCIAS GRAMATICALES LAS CONOZCO PERFECTAMENTE Y POR ELLAS PIDO DISCULPAS, A LOS QUE DE MANERA PERSONAL SE CONSIDERAN MIEMBROS DE LA REAL ACADEMIA.UN SALUDO.
ResponderEliminarHumberto, sólo una apreciación-consejo para intervenciones posteriores en este y en cualquier otro foro de internet: escribir todo el tiempo en mayúscula se interpreta como GRITAR. Así que, si puedes escribir en caja baja, te leeremos mejor. ¡GRACIAS!
ResponderEliminarUna sola pregunta para Juan sin Nada.
ResponderEliminar¿Que lugar alcanzaba Cuba en las olimpiadas antes de 1959?...Cuando el deporte era libre y democrático...
Por favor Juan, respondeme que me muero por saber.
¿Por qué 1958? 1958 fue 53 años atrás. No podemos dejar que nos pongan a escoger entre la Cuba de 1958 y la de 2011, tenemos que escoger una mejor. Yo nunca comparo la Cuba de hoy con la prerrevolucionaria, aunque podría hacerlo, como lo hacen muchos otros comentaristas, en muchos aspectos, con resultados muy interesantes. Comparo la Cuba de hoy, habitualmente, con la Cuba que pudimos tener, con la que nos merecemos, con la que es nuestro derecho tener. En mi artículo, obviamente, no llamé ni libre ni democrático al deporte prerrevolucionario: "libre" y "democrático" no son adjetivos que le dedicaría al deporte. No hay béisbol "libre" y "democrático", ni natación "libre" y democrática", ni bádminton "democrático". Me gustaría, eso sí, que los deportes cubanos tengan verdadera libertad de organización y funcionamiento, y si eso nos cuesta cincuenta puestos en la tabla de las Olimpiadas, que así sea. La tabla de las Olimpiadas, después de todo, no es tan importante.
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