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9 de julio de 2011

Profesión, periodista. Cubano. Perdón.

En estos tiempos, cuando un desconocido me pregunta qué soy, qué profesión escogí, me causa cierto embarazo responder que soy periodista. Uno nunca sabe cómo van a reaccionar sus interlocutores, con admiración, con desdén, o con lástima.  Hace unos años, en La Habana, me crucé con una amiga a la que había dejado de ver, y con su novio, a quien no conocía. Mi amiga, nerviosamente, me presentó a su acompañante, excediéndose en los elogios. “Juan Orlando era el muchacho más inteligente de mi aula”. El novio me miró de arriba abajo, con hiriente escepticismo. “¿Qué haces?”, preguntó.   “Periodista”, mascullé, consciente de que, después de la tanda de superlativos que mi amiga había soltado, solo “Canciller” o “Director del Instituto de Energía Atómica”, o quizás, homéricamente, “Poeta”, hubieran sido ocupaciones adecuadas. El novio calculó en el acto el significado de mi respuesta.  “Si eres tan inteligente, y eres periodista en Cuba”, dijo, sin piedad, “debes tener tremenda frustración”.

No he vuelto a ver a mi amiga, pero espero que se haya desprendido de ese grosero. Aquella vez, no supe qué responder, uno no espera que un extraño le diga, con tan desfachatada franqueza, en el medio de la calle, que se ha equivocado al escoger carrera. Poco podría yo haber dicho para convencer al rufián de que mi carrera como reportero y columnista en los periódicos de La Habana había sido triunfal, y no había terminado, como terminó, catastróficamente. Habría tenido que aceptar, como lo harían muchos de mis colegas en la isla, que el periodismo proporciona a sus practicantes en Cuba espesa insatisfacción.  De todas las profesiones liberales, con seguridad fue el periodismo la más dañada en los años profundos de la Revolución, la que más cruelmente fue despojada de su independencia y su ideal, transformada, sin atención a sus tradiciones, a su carácter o a su propósito, en departamento del Estado, y uno de los más modestos y peor considerados. Otras profesiones tradicionales han tenido gran dificultad para acomodarse al socialismo cubano, han sido maltratadas por la indiferencia o la suspicacia de los gobernantes del país, que no les han visto particular utilidad, o han advertido su inconveniencia, pero ninguna ha sido reducida, como el periodismo, a su abrupto reverso, a la obtusa negación de sí misma. Entre los líderes principales de la generación revolucionaria de 1959, curiosamente, no había periodistas, ninguno de ellos era un hombre de la prensa, o siquiera un escritor en sentido estricto, una anomalía en un país donde el periodismo y la política estuvieron siempre entrelazados, desde la época del padre Varela, solitario editor de El Habanero en su exilio norteamericano, hasta Eduardo Chibás, dando aldabonazos en CMQ. Todavía entre las personalidades de la generación revolucionaria anterior había periodistas insignes como Raúl Roa o Juan Marinello, pero ninguno muy notable entre los jefes  más altos de la guerrilla del 26 de Julio, salvo, quizás, Carlos Franqui, fundador y director del diario Revolución, que luego se marcharía de Cuba cargando el sambenito de traidor. Quizás esa sea una de las razones que explican el desamor  de la Revolución por el periodismo, el rampante anti intelectualismo de sus líderes, su menosprecio por las reglas y los hábitos de la prensa liberal, de la que nunca se sirvieron, a la que no conocieron bien. Fidel, que nunca escribió regularmente para un periódico republicano, que no tuvo columnas en El Mundo ni en el Diario de la Marina, que no se asoció siquiera con algún periódico radical, como el joven Marx, o fundó  y redactó uno, para acelerar y justificar la conquista del poder, como Martí, como Lenin, fue siempre hostil, no importa lo que dijera en público, a la idea de un periodismo libre y crítico, presidió el desmantelamiento de la prensa prerrevolucionaria, y creó nuevos periódicos, que nacieron malformados, estructuralmente integrados en el apretado monopolio político  del Partido Comunista. Con el mismo pretexto que Lenin usó para no restaurar la libertad de prensa en Rusia después de la guerra civil, Fidel se negó rotundamente a permitir otro periodismo que el más religiosamente leal, intelectual y políticamente insípido. “Si marchamos hacia la revolución social no podemos sumar a las bombas de Kaledin bombas de mentiras”, dictaminó Lenin. En el periodismo cubano, igual que en el soviético, se implantó un severo régimen de discreción, omisión y ocultamiento.  De sus líderes, los periodistas cubanos han recibido desde entonces mayormente desprecio, y por reflejo, y con mayor justicia, también lo han recibido, con frecuencia, del público.  Si lo sabré yo.
El periodismo cubano posterior a 1959 ha producido algunas piezas memorables, escritas o realizadas por talentosísimos escritores o reporteros que, para ver sus obras publicadas, tuvieron que desafiar a los trogloditas del Departamento Ideológico del Partido, y a sus propios directores y editores en los periódicos, la radio y la televisión, o escurrirse entre ellos, sorprenderlos, aprovechar astutamente cada milimétrica oportunidad para decir algo, sobre Cuba o el mundo, que no se suponía que dijeran. Durante ciertas etapas, particularmente durante breves períodos de aparente reforma y corrección, algunas publicaciones y programas probaron a hacer periodismo de investigación, o literario, o crítico, o, simplemente, bueno. Pero al cabo, más allá de esas ocasionales proezas, y del honesto, rutinario, y pacífico periodismo de servicio, en las secciones internacionales, culturales o deportivas, al que muchos reporteros y escritores de la isla, sabiamente, han decidido dedicarse, el legado de los periodistas de la Revolución es, sumariamente, muy pobre, un país que sabe poco del mundo, y menos aún de sí mismo, y peor, ha perdido la convicción, esencialísima, de que tiene derecho a saberlo todo. Sucesivos congresos de la Unión de Periodistas de Cuba se han dedicado a desentrañar un misterio que, visto desde fuera del Palacio de las Convenciones, donde esas animadas discusiones suelen tener lugar, no es tal, por qué el periodismo cubano es tan deficiente que, según Eduardo Galeano,  en juicio tan rotundo como una montaña, “parece de otro planeta”. La causa es bastante simple, el periodismo cubano no es un reporte de la Cuba real, sino de la oficial, que es tan aburrida e inverosímil como las páginas nacionales de Granma, tan oscura y vacía como los corredores del Comité Central. Los periodistas cubanos, incluso los más ingenuos, aprenden muy rápidamente, apenas llegan a Granma o al Noticiero Nacional de Televisión, a reconocer las fronteras entre los dos ámbitos, la vida real, y la estupenda ficción que les han encomendado redactar. Que algunos de ellos realicen arriesgadas excursiones al vueltabajo de la realidad, que intenten escapar, por unas horas, por un reportaje, y si sobreviven, por otro más, de los claustros jesuitas del discurso oficial, es algo que, cuando ocurre, no deja de asombrarnos, porque nada en Cuba aconsejaría intentar una empresa tan peligrosa y probablemente, a la postre, sin premio, aunque nunca del todo inútil, porque siempre habrá lectores o espectadores, aunque no sean la mayoría, que lo agradezcan, y encuentren provecho en ello. Más temerario aún es el intento de hacer periodismo fuera de los periódicos y estaciones del Estado,  en mini revistas, o blogs, una aventura que a menudo ha conducido a sus participantes al calabozo. A una sociedad gobernada autoritariamente no se le da derecho a un periodismo independiente y crítico, intelectual y políticamente diverso,  se le da Granma, y la Mesa Redonda, en toda su monótona rigidez.   
Aún así, yo debí  haber replicado a aquel impertinente, el novio de mi amiga, que los dos años que pasé escribiendo para Tribuna de La Habana habían sido los más felices de mi carrera. El bribón no me hubiera creído, pero el periodismo es una profesión tan generosa que incluso en Cuba, donde da tan pocas satisfacciones, da suficientes para recompensar, aunque sea en parte, la sufrida perseverancia de sus practicantes. A las escuelas de periodismo de la isla siguen llegando estudiantes, a los que nadie ha dicho que han hecho una pésima selección, o, si se lo han dicho, no lo han creído, o han calculado que el premio de sus esfuerzos será más grande que los inconvenientes y riesgos.  Esos brillantes chiquillos llegan a la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, o a las otras pocas escuelas donde se enseña periodismo en Cuba, con ambiciones similares a los de otros estudiantes en Canadá, Brasil o China, escribir, aparecer en televisión, viajar, entrevistar a famosos, influir en el gobierno, o vigilarlo.  “Es mejor que trabajar”, le dijo una vez un reportero de la BBC a un investigador que intentaba averiguar por qué alguna gente querría dedicarse a una profesión que nunca ha sido tan estimada por el público como la medicina, el derecho o los negocios. Bien hecho, el periodismo no se siente como trabajo, al menos, no como uno de esos que uno hace porque no tiene forma de escapar de ellos, y porque de algo hay que vivir. “El periodismo es más adictivo que el crack”, ha dicho Dan Rather, que pasó 24 años presentando las noticias de la noche en CBS, donde sucedió a Walter Cronkite, que las presentó durante 19. Es difícil dejar el periodismo, incluso en Cuba, cuesta mucho renunciar a sus privilegios, el mayor de los cuales es la permanente excitación ante las imprevisibles derivaciones del presente, la sospecha de que la más extraordinaria historia jamás contada está a punto de ocurrir, la posibilidad de que un día cualquiera, empezado con café y tostada, termine en un Watergate. El periodismo es una ocupación infinitamente divertida, aunque pueda, por supuesto, ser también letal.  

En lo que va de año, 30 periodistas han sido asesinados  en distintos rincones del mundo mientras realizaban su trabajo. Alrededor de 145, dice Reporteros Sin Fronteras, están en prisión. Para ser tan riesgoso, el periodismo no es, en general, una profesión bien recompensada. El año pasado, los reporteros de periódicos ocuparon la posición 184 de la lista de las mejores 200 ocupaciones en Estados Unidos, compilada por CareerCast.com tomando en cuenta los salarios, las perspectivas de empleo, el stress, el ambiente de trabajo y el esfuerzo físico requerido. Un reportero puede empezar su carrera en un periódico norteamericano con un salario de 20 mil dólares, una miseria. En comparación, un ingeniero civil podría empezar con 48 mil dólares, y un psiquiatra, con 60 mil. En otros países es aún peor, los reporteros principiantes tienen que trabajar casi de gratis. Los paupérrimos salarios reflejan, con fría exactitud, la consideración que el público tiene por los periodistas. En el Reino Unido, el habitual reporte de Ipsos Mori sobre la reputación de las distintas profesiones no trajo sorpresas este año. El periodismo sigue siendo una de las profesiones en las que el público confía menos, solo 19 % de los encuestados espera que los periodistas les digan la verdad. Incluso los hombres de negocio atraen más respeto que los periodistas, aunque haya evidencia suficiente para probar que esos banqueros de Wall Street o de la City of London son aún más mentirosos que cualquier reportero. Únicamente los miembros del gobierno, y los políticos en general, son considerados por el público menos confiables que los periodistas. El público suele ser desproporcionadamente severo con los periodistas, incluso en Cuba, donde la prensa carga, con mucha injusticia, con la culpa de otros, los lectores les reprochan a los periodistas algo que deberían reprochar más bien a los líderes del país, la incompletitud, la homogeneidad ideológica y la deshonestidad intelectual y política de las noticias, los reportajes y las columnas de opinión que pintan un país que quizás exista en la luna, pero que ninguno de nosotros ha visto. Ingrato, el público olvida qué fundamentales servicios los periodistas realizan, hasta en Cuba, donde no han obtenido la renuncia de un presidente, o siquiera de un ministro, ni uno solo, pero han aceptado con mansedumbre desesperante, y un tanto conmovedora, las encomiendas más humillantes, anunciar la distribución de diminutas raciones de alimentos por los municipios, tomar acta de la Mesa Redonda para presentarla en el periódico del día siguiente como si fuera noticia, o reportar un discurso de un líder político, quizás de Fidel mismo, y pretender que dijo algo novedoso, interesante o urgente, aunque no haya en toda la perorata una sola línea que merezca ser comentada. 
Le podría haber explicado todo esto a aquel zoquete, y cómo, a pesar de los mil incurables padecimientos del periodismo cubano, publicar un artículo decentemente escrito, y sin errores de bulto, o rudas distorsiones de la verdad, es un pequeño triunfo individual que muchos reporteros y escritores de la isla obtienen, con orgullo, con cierta frecuencia, aunque, al final, en el resumen diario, semanal o anual, el conjunto de la producción de la prensa nacional sea, invariablemente, deleznable. Pero no le dije nada, me encogí de hombros, dejé su insulto sin respuesta. Es difícil defender al periodismo, justificar, en pocas palabras, su fracaso, su incapacidad para alcanzar, en Cuba y en casi cualquier otra región del mundo, sus imposibles objetivos, una vigorosa sociedad democrática, un gobierno justo y honrado, un público culto y tolerante.  Hay días en que, francamente, si me preguntaran, preferiría quizás decir que soy biólogo o arquitecto, profesiones en apariencia más inocentes, menos implicadas en las conspiraciones del poder, no tan tramposas, menos descaradamente corruptas. En Cuba, tendríamos los periodistas que pedir perdón a nuestro público, por todo lo que no hemos dicho, por todo lo que hemos ocultado, sabiéndolo bien, durante varias décadas. Pero en todas partes cuecen habas. El Reino Unido está trastornado por el escándalo en torno a las actividades criminales de los periodistas y editores del News of the World, un periódico dominical de enorme circulación, impertinente, procaz, chillón, que se atrevió a escuchar los mensajes telefónicos grabados de centenares de personas, famosos artistas y políticos, y ordinarios miembros del público. Se ha sabido también que le pagaban a la Policía Metropolitana, ilegalmente, por exclusivas y filtraciones, y que la policía, en pago, escondió o no examinó evidencia cuando las alegaciones en torno a las escuchas telefónicas emergieron inicialmente, en 2006. El escándalo ha salpicado a una buena parte de la clase política y periodística británica, incluyendo a los dos hombres más poderosos del país, el primer ministro, David Cameron, y Rupert Murdoch, el detestado empresario, que controla News International, la compañía que edita el malhadado News of the World, y también The Times, The Sunday Times y The SunNews of the World, fundado en 1843, circulará este domingo por última vez, pero dejará, al marcharse, además de numerosos periodistas, editores y técnicos sin trabajo, una honda crisis moral en el periodismo británico, atrapado en la asociación ilícita entre rapaces magnates mediáticos y débiles líderes políticos. Pero hay en esta historia lamentable del News of the World una lección que debiéramos atender, sobre la utilidad del periodismo, sobre su honor. De la misma forma que los delitos de Richard Nixon no hubieran sido, quizás, revelados, si Bob Woodward y Carl Bernstein no hubieran seguido la trama del Watergate cuando todos los demás periodistas en Estados Unidos creían que era insensato hacerlo, la verdadera magnitud de la villanía del News of the World habría quedado ignorada si otro periódico, The Guardian, y un periodista en particular, el incansable Nick Davies, no hubieran continuado investigando el asunto casi en solitario, cuando parecía que a nadie más le interesaba, hasta llegar a las extraordinarios descubrimientos de esta semana. Nos hace falta un Guardian en Cuba.  

Cuando tengamos uno así, abundantemente imperfecto, pero libre, honesto, dedicado con fervor a servir los intereses del público y no los de la secta en el poder, abierto a cada opinión y su opuesto, interesado en la vida real, y no en una neblinosa ficción ideológica, ningún mequetrefe se atreverá a avergonzar a un periodista cubano, a sugerir que fue un disparate escoger esta profesión, aunque entonces, por otras razones, lo siga siendo, un verdadero disparate, una rematada tontería. Cuando tengamos un Guardian en Cuba, o un periódico todavía mejor, muchas otras cosas habrán, por supuesto, cambiado también.  Falta bastante, sin embargo. 

12 comentarios:

  1. Juan O:
    Similar análisis podría extenderse a otras profesiones en la isla, de otro modo no se justificarían tantos “éxodos” profesionales, pienso en el de maestros y trabajadores de la salud a principios de los 90, pero la lista es larga. A diario hay tantas situaciones que justifican frustraciones profesionales que supongo que la gente opta por obviarlas en el afán de mantener la sobrevida.
    Tuve una experiencia similar con la abogada que tramitaba las transferencias de propiedad de mis padres. Debe ser muy difícil, me dijo, trabajar sabiendo que no los dejan publicar todo lo que quisieran. Lo es, respondí, casi tanto como imponer justicia obviando las connotaciones políticas de cada caso. Sí, es verdad, asintió.
    Saludos desde el norte londinense.

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  2. Melesio (Bautizador de Humberto)9 de julio de 2011, 9:39

    Juan Orlando, una de las cosas buenas de tus artículos, consiste en que tú reconoces que se cuecen habas en todos lados, pero que en algunas partes hay un sólo dueño de la olla y la cocina, y nada más que se cuecen habas, racionadas que conste, y sin sazones.
    Es una lección, como siempre, leerte.
    Humberto nos ha llamado "harem". A Ileana la llamó "secretaria". Luego no le gusta que le digan que se dedica a humillar a terceros (a intentarlo, porque lograr humillar a gente como Ileana, que todo el mundo sabe qué clase de profesora fue en la Facultad de Periodismo, y otros que escriben en este blog, es una descomunal pérdida de tiempo). Me alegro que a él le haya gustado el apodo que le puse.
    En cuanto a ti, Orlando, jeque querido, califa de mis mil y una noches de insomnio, agradezco este nuevo artículo.
    Nada que agregar a tus palabras. Pero hay una cosa, entre tantas, que me llamó mucho la atención: en la primera fotografía. El titular de un artículo del Granma dice: "En el Partido se Sintetizan los Sueños de Todos los Revolucionarios".
    Luego esta gente no quiere que uno se ría a carcajadas...
    ¿Qué habrán querido decir con que "se Sintetizan"? Santo Cielo!!!!
    Para mí que eso significa que, por ejemplo, si usted quiere para su vida tener libertad de expresión, de asociación, o comprarse un carrito (o vaya, cuando menos tener un transporte público decente), o ser dueño de su propia casa, de sus vacas y caballos (y no que el Caballo sea dueño de usted), o viajar al extranjero como muchos taxistas o dueños de una bodega incluso en el tercer mundo, el Partido le da la posibilidad de sintetizar todo eso.
    Por ejemplo, sintetizarlo en las palabras-conceptos siguientes: usted puede vivir, sí, cómo no, no tenemos por qué matarlo necesariamente, de hambre ni ninguna otra causa. Y usted puede hablar, de muchas cosas, que para eso tiene boca; ¿acaso el PCC le anda poniendo mordazas a todo el mundo? Y además usted tiene la posibilidad de asociarse en nuestra lista de organizaciones: FMC, CDR, CENESEX, MTT. Y, mire usted, también será dueño de su casa algún día… aunque, si usted fue de los que a principios del 59 colocó el cartelito aquel de “Fidel, esta es tu Casa”, entonces no se queje si el Comandante se lo tomó demasiado en serio.
    Lo de sus vacas, vamos… Cuba tampoco es la India. En este último país si usted mata una vaca, podría ser linchado por los parias. En la isla, en cambio, sólo irá a la cárcel. Y lo de viajar al extranjero, bueno, estamos trabajando en eso. Ya tenemos a miles y miles de profesionales prestando servicios en el exterior, para el Partido, desde médicos hasta espías. ¡No me dirá que en Corea, la del Norte, la cosa está mejor!
    Claro que se puede sintetizar aún más: le podemos ofrecer un pack que sólo incluya una casita con vaca (no sacrificable, pero queda aquel recurso de amarrarla a la línea del tren… y rezar porque aún quede un tren funcionando en Cuba, que también hemos sintetizado sus recorridos y la cantidad de vagones en fila), o le tenemos la opción (hubo años en que la opción sí que era sintetizada; “Opción cero”) de un carrito almendrón con la posibilidad adicional de ir a discutir al rincón de la pelota, sobre pelota; o hablar y al ser llevado a la cárcel por esto, tener un techo, que además no deberá pagar su arriendo, y se reduce de pasada lo de tener un empleo.
    Entonces, ¿el Partido sintetiza o no sintetiza los sueños de todos los revolucionarios?
    Y no hablemos de salud y educación, porque ahí sí que podría sintetizarse: van quedando poquitos poquitos –aunque muy buenos- hospitales y colegios en Cuba: está el CIMEQ (que hasta presidentes extranjeros vienen a tratarse aquí y todo), y colegios con una nómina cada vez más sintética de trabajadores. Fíjese que hasta sintetizamos los diferentes roles dentro de un colegio y usted puede encontrar hoy en Cuba un auxiliar de limpieza que de un día para otro se pone a dar clases.
    ¡Vaya, qué síntesis! No digamos esta vez que el Granma ha mentido.

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  3. Me faltó decir que además hemos resumido sintéticamente en los siguientes rubros:
    - En Cuba antes del '59 habían muchos partidos legales, hoy solamente hay uno. Un atacante a un cuartel podía encargarse de su autodefensa, y dicha autodefensa ser publicada en Bohemia, por mucha dictadura de Batista que hubiera. Ahora, hacer algo así, es imposible. Porque, por sintetizar, lo hemos sintetizado todo: ahora es una misma cosa partido, nación, país y líder. Y si no estás de acuerdo con ver y proclamar las cosas así, tu posición se sintetiza en las siguientes categorías: gusano, apátrida, mercenario, anexionista. Dígase una -según el discurso oficial- y se dicen todas.
    - Antes del ’59 habían infinidad de periódicos. En los últimos 50 años ha habido tres o cuatro, con un número cada vez más sintético de páginas. Lo mismo en cuanto a radios, estaciones de televisión, revistas, compañías de buses, teléfonos (se sintetizó la propiedad de ETECSA, ahora es sólo de Raúl)
    - La tirada de los libros en la Cuba de hoy está cada vez más extractada, aunque hay excepciones. Por ejemplo, los últimos libros escritos por el Comandante, implican -en cuanto a cantidad de páginas- un número equivalente al de una treintena de libros de otros autores. Y se ha logrado sintetizar magistralmente la cultura cubana al punto de que “dentro de la Revolución todo… bla, bla, bla…”.
    - Se ha conseguido compendiar la dieta del cubano de un modo asombroso: en el mejor de los casos consiste en arroz, frijoles, un huevo, y una ensalada de pepino, aunque en ciertos casos, el resumen ha dado componentes más sintetizados aún. ¡Y qué me dice usted de cómo sintetiza el organismo productos alimenticios tales como el picadillo de soya y el cerelac! ¿Y ha visto cuánto se ha ceñido el número de alimentos, y su cantidad, en la libreta de racionammiento, o la diversidad de productos agrícolas que producen hoy los campos cubanos? ¿Recuerda que en la escuela nos enseñaron que en el capitalismo la agricultura cubana era monoproductora? Pero entonces por qué ahora, y no antes del '59, se importan lechugas de Canadá, y guayabas de República Dominicana? ¿Acaso el Marabú no es un excelente ejemplo de síntesis, considerando que en su lugar antes crecían mangos, piñas, cocoteros, platanales, malangas, cebollas, papas, yucas, ajos? ¿Recuerda usted qué es el quimbombó?

    La lista es larga: en las horas de suministro de agua, de electricidad, gas... La síntesis, creciente.
    Así que los que se congratulan por aquello de que "cincuenta años, y los que faltan", hay que dejarlos que sigan gozando. Mira como gozaban Gadafi, Mubarak, y el presidente de Yemen… No vieron venir lo que se les encimaba.
    En cuanto a las habas que se cuecen en Cuba, a diferencia de otros países, puede decirse que en la isla se cuecen habas y nada más. Decirlo, no públicamente, porque las habas son de los revolucionarios, como las calles, y las universidades.

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  4. Juan O: además de 'amén', comentarte, no sé si lo has visto, que Granma publicó esta semana una 'queja' por la manera descarada en que algunos funcionarios-cuadros-cuadrados impiden el acceso a la información. Interesante el asunto, que me recordó una viñeta de Virgilio para un breve de Granma también hace muuuchos años, que hizo historia: un encapuchado escondiendo el precio de una vacuna del CIGB que se vendía en varios países porque era 'secreto'... en Cuba, claro.
    Tienes razón con lo de Tribuna: a pesar de todo y todo, fueron años buenos aquellos en los que jugábamos a hacer periodismo sin saber en cuál de los juegos nos podíamos quemar.
    Muy agudo el señor Melesio ;-) y muy fuerte la historia del News of The World. Ojalá que el Guardian no tarde tanto en llegar!

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  5. Charito, la de Sol de Batey9 de julio de 2011, 11:43

    Juan Orlando Pérez, voy a decir algo en tu ofensa, que no en tu defensa. Para variar, ¿no?
    Quizás tienen razón los que dicen de ti que haces demasiado patentes tus frustraciones, en tus escritos.
    Eso es verdad, señor Orlando. Yo pienso lo mismo. Es evidente cuán frustrado estás, de que Cuba hoy sea un país en muchos casos igual, y en otros peor (en los menos, mejor) que el de 1959.
    Cuando uno ve que el cubano de la isla ha sido llevado a niveles de precariedad equivalentes no ya a los de la República mediatizada, sino a niveles de la Colonia, es imposible no rezumar frustración en cada letra.
    Por eso es que digo que eres un endemoniado frustrado. Pobrecito de ti.
    Esa miseria de hoy, tan colonial, me recuerda algo que leí, en el Manifiesto independentista de Carlos Manuel de Céspedes.
    Transcribo los siguientes párrafos de la misma (Por favor, donde dice “España”, sustituir por “los hijos del gallego Angel Castro”, sí, el mismo que combatió en la guerra de 1895 del lado de los españoles, y que de vuelta en Cuba durante la república, se hizo terrateniente y en vez de con dinero pagaba a los trabajadores de su finca con tokens, una especie de monedanacional cubana de hoy):

    Esto decía la declaración de Carlos Manuel de Céspedes…
    Nadie ignora que España gobierna la isla de Cuba con un brazo de hierro ensangrentado; no sólo no la deja seguridad en sus propiedades, arrogándose la facultad de imponerla tributos y contribuciones a su antojo, sino que teniéndola privada de toda libertad política, civil y religiosa, sus desgraciados hijos se ven expulsados de su suelo a remotos climas o ejecutados sin forma de proceso (Ochoa, de la Guardia, etc.), por comisiones militares establecidas en plena paz, con mengua del poder civil. La tiene privada del derecho de reunión, como no sea bajo la presidencia de un jefe militar; no puede pedir el remedio a sus males, sin que se le trate como rebelde, y no se le concede otro recurso que callar y obedecer.

    La plaga infinita de empleados hambrientos que de España nos inunda (aquí, léase empresarios de Melia Hoteles, etc., que a diferencia de los cubanos, sí pueden tener negocios importantes en Cuba, más allá de los que aparecen en la reciente lista de profesiones por cuenta propia permitidas), nos devora el producto de nuestros bienes y de nuestro trabajo; al amparo de la despótica autoridad que el gobierno español pone en sus manos y priva a nuestros mejores compatriotas de los empleos públicos, que requiere un buen gobierno, el arte de conocer cómo se dirigen los destinos de una nación; porque auxiliadas del sistema restrictivo de enseñanza que adopta, desea España que seamos tan ignorantes que no conozcamos nuestros sagrados derechos, y que si los conocemos no podemos reclamar su observancia en ningún terreno.

    En suma, la isla de Cuba no puede prosperar, porque la inmigración blanca (aquí léase retorno de exiliados, sea cual sea su raza, que podrían invertir en el crecimiento económico de Cuba), única que en la actualidad nos conviene, se ve alejada de nuestras playas por la innumerables trabas con que se la enreda y la prevención y ojeriza con que se la mira.

    Cuando un pueblo llega al extremo de degradación y miseria en que nosotros nos vemos, nadie puede reprobarle que eche mano a las armas para salir de un estado tan lleno de oprobio. El empleo de las más grandes naciones autoriza ese último recurso. La isla de Cuba no puede estar privada de los derechos que gozan otros pueblos, y no puede consentir que se diga que no sabe más que sufrir.

    Nosotros consagramos estos dos venerables principios: nosotros creemos que todos los hombres son iguales, amamos la tolerancia, el orden y la justicia en todas las materias; respetamos las vidas y propiedades de todos los ciudadanos pacíficos, aunque sean los mismos españoles, residentes en este territorio, admiramos el sufragio universal que asegura la soberanía del pueblo; deseamos la emancipación gradual y bajo indemnización, de la esclavitud…
    Quien quiera leer el resto, que busque en Google.

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  6. Yo reconozco en todos lados que equivoqué la profesión. Efectivamente, todo el mundo me advirtió en su día, que siendo como era una "lumbrera" en Matemáticas, estudiar Periodismo era una lástima.

    Solo en Cuba una persona puede estudiar Periodismo por las razones que yo lo hice: soñando (y eso que cuando aquello aún era comunista) en poder conocer otros países, viajar, acceder a la cultura, a los grandes museos del mundo...Viéndome reportera en París o en Jerusalén... Antes, por la misma razón quise estudiar Relaciones Internacionales, pero ya se sabe que eso en Cuba estaba reservado para (hoy lo sé, futuros espías, jejeje...)y además, justo en 1990, cuando me tocó elegir carrera, cerró el ISRI, que más tarde abrió para postgrados.

    Cuando en 1990 nosotros accedimos a la carrera de Periodismo, estudiar esa carrera en Cuba era un lujo, al que sólo 20 ó 30 personas en todo el país tenía acceso.

    Un lujo que ciertamente luego se malgastaba, porque pronto, en primer año, todo el mundo se daba cuenta de que era una carrerita de mierda, que no necesitaba tanta selección ni tanto talento, más en un país como aquel.

    Cuando salí de Cuba, pronto me di cuenta de que en el resto del mundo Periodismo suele estudiar quien no puede estudiar ninguna otra cosa más rentable (como Medicina, Derecho, Economía, Ingenierías...).

    Así, que me dediqué a frustrarme profesionalmente, porque yo sí soy una frustrada profesional en toda regla!!! ;-) Debo ser quizás la frustrada más feliz y realizada del mundo!

    Un abrazo, JO!!!

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  7. Creo que cedería a una debilidad de la razón -y del espíritu, por qué no- si confieso que me he arrepentido de haber estudiado periodismo en Cuba. Ni siquiera en la cumbre de mi abatimiento profesional -ilusoria clasificación, pues lo profesional es también lo personal, sobre todo en una labor como el periodismo, sobre todo en una como la medicina, sobre todo en una como la abogacía, sobre todo...en todo- he pensado en cuestionar la belleza -en su sentido tan aristotélico como mío- del ideal de periodismo.
    Es por eso, en primer lugar, que en lo que usted escribió encuentro una curiosa suerte de paz conmigo mismo, semejante a la que comparto a menudo con amigos de aquí dentro.
    El conocimiento del mundo es único y, por tanto, las vías torcidas que la humanidad se ha sacado de la chistera para intentar apoderárselo -dentro de las cuales figura la convención adocenante de la profesionalización- terminan induciendo en algunos la estéril confesión a la que aludí al inicio -en aquel caso le di carácter de hipótesis-.
    Sin embargo, estoy en desacuerdo con usted cuando expone que Cuba es "un país que sabe muy poco ... de sí mismo". Pues, aunque el "no saber nada del mundo" obsta que conozcamos mejor nuestra realidad, producto de una muy efectiva dialéctica arrabalera que llevo conmigo a todos a lados, aunque a ratos la olvide y la siente a esperarme sobre un piso infértil -salida, probablemente, de una andropáusica eyaculación de Marx-, creo que desde ningún lugar circundante podría alguien explicarse mejor que nosotros lo que aquí sucede. ¿No lo cree?
    Carlos Díaz

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  8. Yo Kiko, el calesero13 de julio de 2011, 22:03

    Castro, Cuba a ti (a ustedes: Fidel, Raúl) te teme, e ignora casi completamente quién eres tú, quién es tu familia, cuántos trucos has hecho con el exclusivo propósito de mantenerte arriba, ser los nuevos burgueses, disfrazados de cúpula proletaria, aunque ¡es tan evidente lo buenos vendedores que son de postalitas y santicos, como el Ché...!

    Cuba sabe de ti, Castro & Co., lo que tú le has dicho, lo poco que permitiste que supiera. Tiene una información reducida acerca de tus intenciones .

    Duele, pueblo, dolerá, a tus acólitos, pero así mismo duele a un hombre reconocer que la mujer le ha pegado los tarros inmesericordemente. Son los últimos (no en enterarse sino) en reconocerlo.

    Pero, oye, Castro y familia, Cuba, lo que es amarte, no te ama. Y tú lo sabes. Por eso no permites elecciones libres. Porque sabes que perderías.

    No dejas que haya elecciones libre para poder morirte con la ilusión de que Cuba te adora.

    Tú y muchos de nosotros sabemos que el paseíto por la plaza los primeros de mayo, los veintiséis de julio, son un chistecito. Que preferiríamos mil veces un simple pasearse por un parque de provincia un domingo por la noche.

    Ustedes, Castro, son una broma cruel para algunos. Nuestra supuesta adoración, es un chiste pesado para la propia familia Castro, que no desconoce de hipocrecías, porque la hipocrecia es su esencia. Chistecito al fin y al cabo.

    No te mueras, Fidel. Vive muchos años, para que sigas coexistiendo con la realidad de que, en el fondo y amplia superficie, te detestamos, cordialmente, tal como detestamos al Hugorila.

    Y sabes viejo Castro, con tu chandal Adidas, que los que te aman, lo hacen porque no tienen idea de cuántas veces has hecho tus necesidades más asquerositas encima de sus familias, amigos, alma misma.

    Vive, vive. Somos cristianos. No le desamos la muerte a nadie.

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  9. JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA
    Ese quico está clarito, por donde pecas, pagas.
    Por eso el Coma Andante se ha ca.... a Cuba completa, y ahora tiene los intestinos en situación delicaca. Perdon. Delicada.

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  10. Me entristece profundamente leer un post como este, incluso cuando el estilo y las neuronas de Juan Orlando son la prueba eficiente de que se puede ser periodista con mayúsculas, como se es médico o filósofo. Me entristece, no obstante, reconocer a mis pocos años de profesional, que esta, la que elegí, no fue la carrera que debía. Que ni siquiera es una profesión con todo lo que lleva si no un oficio con la apurada corona de Lic., creo yo, para limpiar de cargos de conciencia a la misma sociedad, que necesita saber que posa el juicio sobre terreno firme (aunque así no sea).
    Reconozco, muy a mi pesar, que 17 años no es edad suficiente para elegir toda la vida. Lloré el día antes de escribir en la boleta las 10 carreras a las que tenía derecho porque me sentía como Atlas y sigo melancólico, pensando ahora, que los que tomaron otro destino lo hicieron a ciegas pero, a fin de cuentas, dieron en el clavo. Seguiré aquí, cabeza erguida, a ver dónde me llevan estas aguas, no me queda más. Yo quería conocer el mundo (no el geográfico sino el humano), atraparlo, poder asir las ideas por el mango, y me ha quedado esto: la noticia: una verdad que se agota cada día, que es preciso renovar con la memoria, y que exige, como decíamos en la FCOM un mar de conocimiento y pocos milímetros de profundidad. Tratar de respirar más allá de este océano, es salirse del planeta.
    JP

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  11. Todas y todos podemos ser un Guardian en Cuba,si lográramos ser como "el incansable Nick Davies", y no darnos por vencidos, como a veces pareciera en algunos escritos de colegas que ya no están o incluso están en el país... Pero coincido en que es difícil defender el periodismo, lo mejor es amarlo como un acto de paradójico onanismo espiritual que busca el placer (servicio) para los demás.

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