“The most
beautiful sound I ever heard”, susurra Liam Tobin. ¿Es así como uno luce cuando se enamora,
como un idiota que va por las calles silbando burbujeantes cursilerías? Tobin, con el rostro como una rosa, da unos
pasos hasta el centro del escenario y recita el nombre de María diez, quince
veces, pasando a hurtadillas, en cada ocasión, sobre la erre española. Abre los brazos, y canta, gloriosamente:
María!
I just met a girl
named María,
And suddenly that name
Will never be the same
To me.
María!
I’ve just kissed a
girl named María.
And suddenly I’ve
found
How wonderful a sound
Can be.
Stephen Sondheim,
que escribió la letra de “María” sobre la partitura de Leonard Bernstein para West Side Story, no tendría más tarde
reparos en confesar que a él mismo no le gustaba demasiado su canción. Sondheim todavía cree que “María”, y en
general sus letras para West Side Story,
son demasiado débiles en consistencia y carácter, padecen de cierta blandura romántica
que, sin embargo, él mismo lo concede, ha contribuido a su duradera
popularidad. Desde que fue compuesta, “María”
ha sido cantada, por, se diría, todo el mundo, desde Larry Kert, que hizo el
papel de Tony en la producción original
de West Side Story en 1957, y Jimmy Bryant, que dobló a
Richard Breymer en la película de 1961, hasta Plácido Domingo, Luciano Pavarotti y José Carreras, que la
cantaron por separado y en trío. Hay incluso una versión en checo de Karel Gott, magnífica, hay
que admitirlo, si uno puede impedir que entre en su mente la imagen de los Jets
y los Sharks peleando en las calles de Praga en época de Gustáv Husák. Tobin, un todavía desconocido actor
canadiense, ha sido el último en cantar “María”, este verano en Sadler’s
Wells, en una producción itinerante de West Side Story que los espectadores de Londres han recibido con tal
entusiasmo que podría pensarse que no habían visto antes ni la obra ni la
película, y no tenían la menor idea de lo que iba a pasar, aunque esta misma producción, con otro reparto, ya fue vista aquí cinco años atrás. Los críticos han mostrado más calma. Michael Billington, en The
Guardian, elogió a Tobin y a Elena Sancho-Pereg, la María de esta producción,
y se mostró particularmente complacido con la ejecución fiel de la célebre
coreografía de Jerome Robbins. En The
Independent, Paul Taylor dijo que esta producción estaba “por encima de
la media”, aunque no era una obra maestra, ni mucho menos, y que tenía olor a
naftalina, por no querer apartarse de la versión original. A Taylor también le gustó, mucho, la María de
Sancho-Pereg, y dijo que Tobin, aunque un poco soso, cantaba con “impresionante ardor”. Tobin, en efecto, canta “María” con una voz
que tiene todavía gracia y tono juvenil, que no parece excesivamente educada, no ha
sido demasiado estropeada por la técnica, la disciplina y la experiencia, está aún
más llena de vigor y entusiasmo que de sabiduría. En esa voz, “María” suena más sincera y
varonil, y conmueve más profundamente, que cantada por más refinados
tenores. El público de Sadler’s Wells,
extrañamente sobrecogido por una canción escuchada tantas veces antes que ya
debería habérsele secado su encanto, escuchó:
María!
Say it loud and there
is music playing-
Say it soft and it’s
almost like praying-
María...
I’ll never stop saying
María!
Liam Tobin como Tony en West Side Story |
Ese verso, “Dilo
suavemente, y parece una plegaria”, es el que más disgusta a Sondheim. Lo
escribió porque en una versión temprana de West
Side Story, los Jets, la banda de jóvenes rufianes callejeros a la que
pertenece Tony, eran polacos o italianos, católicos, por supuesto, y se iban a
enfrentar a sus vecinos judíos en los tugurios de Nueva York. La idea inicial de West Side Story, transformar Romeo y Julieta en una historia
contemporánea norteamericana, se le había ocurrido a Robbins alrededor de 1947,
y desde entonces hasta que la obra se estrenó en el Winter Garden Theatre, el
26 de septiembre de 1957, la historia sufriría sucesivos y fundamentales
cambios. La disputa religiosa se volvió en
la versión definitiva simplemente una pelea entre una banda de muchachos
blancos, sin ningún origen nacional particular, y los fieros puertorriqueños de
la banda de los Sharks, un conflicto enconado por los prejuicios, la pobreza y
el hastío, no por el nombre de Dios. Pero
el verso de la plegaria se quedó en “María”, aunque Sondheim creía que ya no
tenía sentido, y contribuía a darle a la historia ese repudiable
sentimentalismo, ese falso tono poético del que él quería decididamente
apartarse. Cuando Sondheim aceptó
escribir las letras de las canciones de West
Side Story, sabía que su idea de lo que podía llamarse, quizás a falta de
otra palabra mejor, “poético”, era muy distinta de la de Bernstein, pero creyó
que podría ejercer más sostenida influencia sobre su famoso colega. Bernstein había llamado a Sondheim porque,
aunque su intención inicial era escribir la música y las letras él mismo, se
dio cuenta, apenas empezó a trabajar en la partitura, que West Side Story demandaría más música de la que él podría componer
si tenía que escribir, además, las letras de las canciones. Sondheim fue recomendado a Bernstein por
Arthur Laurents, el libretista de West Side Story, que había escuchado algunas
de sus canciones para Saturday Night,
un musical que no se había llegado a estrenar.
A Bernstein, Sondheim, que no era más que un chiquillo de 25 años, le tocó al piano esas mismas canciones, pero el
gran compositor, aburrido, le preguntó: “¿No
tienes algo más poético?” Sondheim, en
efecto, tenía canciones más “poéticas” que las que había mostrado a Bernstein,
pero ya tenía suficiente juicio para no enseñarlas a nadie. Bernstein lo llamó de todas maneras,
cuando supo que Betty Comden y Adolph Green, dos famosos letristas a los que
habría preferido llamar antes que a Sondheim, estaban ocupados en
Hollywood. En Finishing the Hat, un catálogo cándidamente comentado de sus
canciones para musicales, Sondheim admite que por inseguridad en su propia
opinión, y el entusiasmo y la gentil insistencia de Bernstein, accedió
a escribir para él versos como los que cantan Tony y María en “Tonight”:
Today, the world was just
an address,
A place for me to live
in,
No better than all right.
But here you are
And what was just a
world is a star
Tonight!
Liam Tobin como Tony y Elena Sancho como María en West Side Story |
A Bernstein le
gustaban particularmente algunos versos de “Tonight” que Sondheim, que los
escribió, describiría más tarde como “divagaciones”. “Yo tenía la esperanza de que la simplicidad
del lenguaje, en contraste con la hermosa pasión de la música, serviría como una
suerte de corrección”, escribiría Bernstein.
“Casi funcionó, pero cuando oigo esas letras ahora, quisiera que fueran
las de una ópera en un idioma extranjero.
Todavía suenan como si estuvieran en la voz del escritor, no en la del
personaje”. A Sondheim le
parecía improbable que Tony, pobremente educado, y poco mayor que un
adolescente, cantara versos por el estilo de “Tonight there will be no morning
star”, o que María, en “I
Feel Pretty”, declarara: “I feel
charming, oh, so charming, it’s alarming how charming I feel, and so pretty,
that I hardly can believe I am real”. Cuando un amigo, y también autor de
canciones, Sheldon Harnick, le llamó la atención sobre la extravagante
elocuencia en inglés de María, una chiquilla puertorriqueña recién llegada a
Nueva York, Sondheim, “en estado de shock”, se apresuró a cambiar la letra, a
simplificarla tanto como fuera posible sin volverla llana y pesada. Pero sus colaboradores, Bernstein, Laurents y Robbins, no aceptaron sus cambios y la
canción se quedó como estaba.
Sondheim fue
obligado, en cambio, a cambiar la letra de “America”, una de las más rotundamente
populares canciones de West Side Story,
que hizo famosa a Chita Rivera, la Anita de la producción de 1957, y le daría
luego un Oscar a Rita Moreno. En la
producción teatral, “América”
es una frenética polémica, medio en broma, medio en serio, entre un insulso
personaje, Rosalía, que proclama su nostalgia por Puerto Rico y su desdén por
los Estados Unidos, y un coro de muchachas, capitaneadas por Anita, que le llevan
la contraria a su amiga y le replican una por una cada declaración
patriotera. Pero en la película, como
saben los muchos que la han visto, “America” es cantada por un coro de hombres
y mujeres, la disputa involucra a los Sharks, liderados por Bernardo, el
hermano de María, y a Anita y sus secuaces. Era así como iba a ser en el teatro también, pero el tiránico Robbins
insistió en crear a Rosalía y sacar a los Sharks de la escena, porque era esa
su única oportunidad para insertar una coreografía con solo mujeres. “Algunas líneas de esta letra son muy
afiladas”, diría Sondheim, “pero otras se derriten en la boca con tan poca gracia
como si fueran de mantequilla de maní”. Para la película, Robbins aceptó volver a la idea original, y dejó que “America” fuera cantada y
bailada, furiosamente, por hombres y mujeres. Anita,
con exquisita malevolencia, se burla de su isla, y el público no puede evitar
reírse:
Puerto Rico,
My heart’s devotion-
Let it sink back in
the ocean.
Always the hurricane
blowing.
Always the population
growing,
And the money owing,
And the sunlight
streaming,
And the natives
steaming.
I like the island
Manhattan-
Smoke on your pipe and
put that in!
El elenco de West Side Story en "America" |
De las canciones
que escribió para West Side Story,
Sondheim prefiere “Something’s
Coming”, “The Jet Song”
y la popular “Gee, Officer Krupke”, quizás
la más divertida de toda la noche, que, en opinión de su autor, funciona
mejor que otras porque no está basada en el ingenio del escritor, aunque este
sea de todas maneras visible, sino en la actitud de los personajes. Sondheim no parece tener mucho aprecio por “Somewhere”,
que es muy posiblemente, entre todas las canciones de West Side Story, la que
más artistas, sublimes y mediocres, han cantado alguna vez. Aretha Franklin, Bobby Darin, Celine Dion, Jennifer Hudson, Leona Lewis, Barbra Streisand, Phil Collins, Robin Gibb, The Supremes, Pet Shop Boys, y de
nuevo, pero en inglés, Karel
Gott, han cantado, con más o menos respeto y éxito, “Somewhere”. Pero en Finishing the Hat, Sondheim trata a esta muy venerada canción casi con desdén. Era esa una melodía que Bernstein
había creado, robándole una frase al “Concierto Emperador” de Beethoven, y otra
al “Lago de los Cisnes”, pero para la cual no había encontrado uso. Bernstein vio finalmente dónde podía usarla,
en el inicio del segundo acto de West Side
Story, cuando Tony y María, desesperados, todavía se atreven a imaginar que
existe un sitio al que podrán escapar de su desgracia. Sondheim vio inmediatamente el problema que la
melodía de “Somewhere” representaba. En
apenas la segunda nota, la melodía daba un “salto rapsódico”, pero, “¿qué
palabra podía producir ese clímax en el mismo inicio de la idea?” Sondheim admitiría que no había podido
resolver el problema. Escribió, sencilla
y llanamente:
There’s a place for
us.
Somewhere there is a
place for us.
Peace and quiet and
open air
Wait for us,
somewhere.
“Somewhere”
terminó siendo llamada “la canción de la a”, porque en vez de una palabra
sublime, devastadoramente hermosa y esencial, una humilde “a” fue puesta en la
nota más importante. Sin embargo, aunque
Sondheim mismo no la aprecie tanto, “Somewhere” es quizás la canción menos
poética de West Side Story, la que
menos se esfuerza por serlo, y la que, por eso mismo, más efecto tiene, y la
que menos depende de la historia a la que pertenece, la que más fácilmente
puede ser extraída para ser cantada en casi cualquier ocasión. “Somewhere” puede parecer, vista con maldad, insignificante
y ridícula, pero para otros es una epifanía, una feliz revelación. En el 2004, el American Film Institute colocó
a “Somewhere” en el lugar 20 entre las cien mejores canciones del cine
norteamericano. “America” fue puesta en
el sitio 35. “Tonight” fue la número 59.
“María” no fue incluida en la lista.
Sondheim se debe
haber encogido de hombros al leer esas incomprensibles y veleidosas clasificaciones. Canciones que aprecia más, y por las que
preferiría ser recordado, no han aparecido en cine, y no son siquiera muy
conocidas por el público. Habitualmente,
menciona “Someone in a
Tree”, from Pacific Overtures,
como la canción, de las suyas, que le gusta más, cuando le hacen esa pregunta “entendible
pero imposible de responder”. Pero “Someone
in a Tree”, que es en verdad espléndida,
ha sido ampliamente ignorada por el público, y hasta por Karel Gott, y Pacific Overtures es una de las obras
menos representadas de Sondheim. “María”,
en cambio, no deja de conmover a los que la escuchan, incluso si es
mediocremente cantada. Probablemente es,
como Sondheim sospecha, un tanto cursi, pero cuando Liam Tobin terminó de
cantarla en Sadler’s Wells el sábado pasado, la mitad de los espectadores, y quizás algunos más, hubieran querido ser María
y llevarse a Tony esa noche a casa. “María” siempre ha provocado ese efecto. Cuando Sondheim tocó “María” por primera vez
para su mentor y amigo Oscar Hammerstein, el
gran autor de Oklahoma!, The King and I y The Sound of Music, la esposa de este, Dorothy, sin poder
contenerse, fue hasta el piano y besó al nuevo maestro en la mejilla.
Esta vez te fuiste sin avisar y ya se extraña por estos lares. vuelve pronto con Todo, Juan sin Nada!!!
ResponderEliminarHola Orli! Soy tu prima Alina y estoy viviendo en Buenos Aires. Por favor escribeme porque quiero ponerme en contacto contigo. Mi correo es alina.glez.pedroso@gmail.com
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