Dice Raúl Castro
que Cuba sigue avanzando. No dijo hacia
dónde, pero como todo en el universo avanza imparablemente hacia su
destrucción, Raúl tiene, en un sentido distinto al de sus palabras, razón. El optimismo del presidente de Cuba es, de
todas maneras, injustificado. Su propio
Consejo de Ministros le ofreció la semana pasada muy escasas buenas
noticias. La economía cubana crecerá este
año entre 2.5 y 3%, bastante menos que el 3.6% inicialmente pronosticado. Para una economía de supervivencia como la de
Cuba, ese ritmo de crecimiento es
imperceptible, no van a aparecer súbitos signos de prosperidad en las bodegas y cafeterías de La Habana, ni
en los solares de Matanzas y Santiago, no se van a alzar torres de apartamentos
populares en la Víbora y el Cotorro, ni se va a terminar la Autopista Nacional. La zafra azucarera, que tenía un plan ejemplarmente
modesto, se quedó corta en 192 mil
toneladas. El gobierno cubano logró
ahorrar 168 millones de dólares en importación de alimentos, comprando más
barato, y uno debe suponer, menos, y más malo, pero como la producción nacional
sigue siendo escasa e irregular, la isla pagó 46 millones adicionales por
alimentos que debía haber producido ella misma. Las construcciones quedaron 9% por debajo
del pronóstico, aunque aún así lo hecho fue 16.6% superior a lo del año
anterior, cuando, si se construyó algo en Cuba, fueron llega-y-pon, habitados por mosquitos y plagas. El Consejo
de Ministros reportó un ligero superávit de 4%, que atribuyó, con encomiable
candidez, a la recaudación de los impuestos de los cuentapropistas, una tarea
en la que los administradores de Cuba han probado ser infinitamente más
efectivos que en la producción de frijoles o la construcción de casas, puentes
y carreteras. Los ministros cubanos examinaron otros
hondísimos problemas, entre ellos la perenne crisis del transporte público,
para la cual, si uno se guía por lo que reportó Granma, no encontraron solución alguna, lo cual no es una sorpresa,
porque después de cincuenta y tres años buscando una, sorpresa sería que la
encontraran, y en verdad, nadie les reprocharía ya que se dieran por vencidos y
se olvidaran definitivamente del asunto.
Aún así, Raúl
piensa que el país avanza, y que lo hace a más velocidad de lo que críticos
como yo quisieran admitir. Nunca ha
estado del todo claro hacia dónde Raúl quiere llevar a Cuba, si es que no se la
quiere llevar a la tumba, y es perfectamente posible que, para llegar allí,
este ritmo de crecimiento y progreso sea aceptable. Raúl se comporta, a pesar de lo que ha dicho
otras veces, como si dispusiera de mil años para arreglar el estropicio que han
hecho él y su hermano, y como si todos
los cubanos estuviéramos de acuerdo en ir, a su paso, a donde él, sin decirnos
su plan, nos lleva. La triste verdad es
que Raúl no tiene la menor idea del lugar a donde quiere que su país llegue,
que no es ya el luminoso futuro leninista que Fidel anunció seis décadas atrás,
pero tampoco es, nos dice el actual presidente de Cuba, la restauración
capitalista que, por todo lo que uno sabe de historia, y del origen y el final
de las revoluciones, parece, llegado este punto, casi inevitable. En siete años como jefe supremo, Raúl se ha
negado tozudamente a responder el gigantesco “¿Y ahora, qué?” que apareció
dibujado en el cielo de la isla en el otoño de 1989, y que sigue todavía ahí,
aunque, de haber vivido tanto con esa pregunta sobre nuestras cabezas, ya pocos
parezcan recordar que sigue sin respuesta.
Lo que Raúl ha hecho pasar como su plan para Cuba, y que aparece
explicado en los soviéticamente titulados Lineamientos de la Política Económicay Social del VI Congreso del Partido, es en realidad una amalgama de viejo
estatismo socialista con muy tímidos experimentos en capitalismo primitivo,
cooperativismo y timbirichismo ramplón, que a pesar de su declarada voluntad de
“liberar a las fuerzas productivas”, no hace ni remotamente tal cosa, solo les
permite expandirse mínimamente, lo suficiente para salvar al Estado del colapso
y al país de morirse de hambre, y nada más.
En algún momento, y quizás porque querían creer que el futuro de Cuba sería
más interesante, si no mejor, que esto, algunos observadores sugirieron que
Raúl intentaría aplicar en la isla algo similar a lo que tienen China y Viet
Nam, una combinación de bárbaro autoritarismo post comunista con la alegre avaricia
burguesa de una nueva clase de millonarios domésticos y extranjeros. Sería muy peligroso que Cuba copiara, una vez
más, la organización económica y política de otro país, algo que en el pasado
nos ha salido muy mal, pero al menos, si Raúl nos hubiera convertido en una
copia diminuta de China, tendríamos arroz y sopa. Puesto a escoger, Raúl, que de todas maneras
no hubiera tenido ni coraje ni tiempo ni imaginación para hacer un experimento
de esa escala y riesgo, rechazó a los millonarios y se quedó, de China, con el
autoritarismo. Al final, no ha hecho a
Cuba ni más alegre ni más rica, pero ha logrado lo que, en política, es casi un
milagro. Se las ha apañado para que, en
el momento en el que el país está peor, haya menos gente que nunca dispuesta a
salir a la calle a protestar. Dando
golpes con una mano, y repartiendo pasaportes con la otra, Raúl parece haber
convencido a su país de que la mejor de manera de prosperar individual y
familiarmente es hacerlo afuera, y que si uno se queda adentro, mejor aprieta
las muelas y se calla. Por no tener,
Cuba no tiene ya ni oposición. Raúl ha diezmado y acorralado
brutalmente a los viejos y sufridos grupos de oposición, la mitad de cuyos
miembros, si uno lleva la cuenta, se han marchado al exilio, y los que quedan, parecen
definitivamente incapaces de planear y ejecutar una acción que haga perder el
sueño a nuestro mandamás.
Bien dicho.
ResponderEliminarEncima ha descubierto que hay "indisciplina social, ilegalidades, contravenciones y delitos" y que faltan "honestidad, decencia, vergüenza, decoro, honradez". A nadie se le ocurre preguntar por qué.
¿Culpará él a la Historia que, injusta, se ha encontrado con su gobierno "noble" y le ha llenado las casas, las calles y hasta sus plazas de gente indecente, sinvergüenzas y ladrones?
Me parece q da en el clavo con lo d llevarse el.pais a la tumba, hace rato q les dejó d importar si es q alguna vez estuvieron interesados en la.prosperidad d Cuba. Raúl anda poniendo parches para q no explote el asunto, para seguir mantiendo su rango d rey y dueño d un país, ya el q venga atrás q trate d solucionar el desbarajuste.
ResponderEliminarJuan sin nada...tratando de sobrevivir honradamente me olvido de leer y de pensar. Gracias por el post. Tengo tanto que decir que tendré que comenzar a anotar.
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